Debemos recordar cada cierto tiempo que Chile vivió un momento complejo para la convivencia democrática, la cual no podemos dejar en el baúl de los recuerdos.
Máximo Quitral Rojas
Especialista en Comercio Internacional.
El 30 de octubre se conmemora el Día Nacional del Ejecutado Político, una fecha significativa en la historia política del país. Desde el año 2009 que esta conmemoración cobró mayor sentido entre las distintas agrupaciones de DD.HH. que año tras año mantienen viva la memoria histórica y aprovechan de recordarnos que nadie está olvidado.
Si bien han pasado bastantes años desde la ocurrencia del golpe cívico militar de 1973, las nuevas generaciones no pueden desatenderse de episodios oscuros ocurridos en nuestro país, pues si eso llegara a pasar, las posibilidades de repetir esa historia aumentan significativamente. Tal como se dice frecuentemente: quien no conoce su historia está condenado a repetirla.
Por eso estas fechas cobran significancia simbólica, pues nos obligan a repasar momentos traumáticos de nuestro pasado, a profundizar el respeto por los DD.HH. y a condenar la violencia del Estado. La razón de darle un sentido simbólico al Día Nacional del Ejecutado Político, no es solo una decisión política hecha por un gobierno en particular, sino que es un reconocimiento a miles de personas que sufrieron directamente la intolerancia y la violencia del Estado, por el hecho de pensar y creer en un proyecto político diferente a los intereses de los grupos de poder.
Su recuerdo es un llamado de atención para que el “nunca más” sea una constante en naciones que se dicen democráticas, pero, sobre todo, en momentos en que los avances de expresiones políticas negacionistas crecen por el país. Sin duda alguna que mantener la memoria histórica se convierte en algo transcendental para la democracia y para el país, como un recuerdo colectivo que se extiende en el tiempo. Esa es una de las principales razones, la de recordarnos cada cierto tiempo, que Chile vivió un momento complejo para la convivencia democrática, la cual no podemos dejar en el baúl de los recuerdos.