Chile ha transitado desde hace varios años hacia una peligrosa etapa de un aumento del gasto fiscal difícilmente sostenible en el tiempo que pone en riesgo el crecimiento de largo plazo y los equilibrios macroeconómicos que tantos beneficios le han dado al país.
Los equilibrios macroeconómicos son fundamentales para no caer en los antiguos vicios de las economías latinoamericanas que consistían en déficit fiscal crónico, déficit en balanza de pagos y en contrapartida un crecimiento paupérrimo, baja inversión y alto nivel de pobreza. Ese fue el Chile de la mayor parte del siglo XX.
A partir de un mayor orden en las cuentas macroeconómicas se consolidó lo que se llamó el milagro chileno, tan ampliamente celebrado a nivel internacional, y que comenzó a gestarse a fines de los años ochenta y que al parecer está llegando a su fin.
Chile, a partir del año 2000, diseñó una regla de superávit estructural que tenía por objetivo mantener la sostenibilidad fiscal en el mediano plazo. Esta meta se calculaba utilizando un PIB tendencial – un PIB en condiciones normales de la economía- y un precio de largo plazo para el cobre. Ello significó durante mucho tiempo mantener un superávit estructural de 1% del PIB, lo que le permitió a la economía generar importantes ahorros que se podrían usar para tiempos de dificultades económicas.
Sin embargo, esta regla comenzó peligrosamente a relajarse, se cambio la metodología y en menos de una década pasamos de una meta de superávit a una meta de déficit ya del orden del 5% del PIB para este 2021.
Más allá de los persistentes cambios metodológicos, algunos muy necesarios, lo preocupante es el continuo cambio de la regla que hace que esta pierda credibilidad y que deje de ser una regla propiamente tal, sino que una meta que se cambia según las necesidades del momento.
La existencia de un Consejo Fiscal Autónomo, siempre que se sigan sus recomendaciones, podrían mejorar la credibilidad de la política fiscal, pero, sin duda, las continuas presiones de gasto para el resto del 2021 y los próximos años, hacen que difícilmente se pueda sostener esta institucionalidad.
Por lo tanto, los próximos gobiernos deberán centrar fuertemente su quehacer no solo en reducir gastos -para lo cual parece no existir agua en el molino- sino en aumentar los ingresos tributarios, materia que será ineludible en el futuro.
Por ello hay distintas propuestas de reformas en el ambiente, algunas más pro Estado y otras más pro empresa. En una próxima columna analizaremos algunas de ellas y su potencial impacto sobre la actividad económica.
Andrés Ulloa O.
Jefe Departamento Economía Facea Ucsc
