
Esas 8 personas muertas, doblemente caídas, en la vida y en la calle, no se merecían ese destino.
Daniela Sánchez
Jefa territorial de Hogar de Cristo en Biobío.
Hace pocas semanas murió Víctor Bello Saez, un hombre en situación de calle, que vivía en un sector de Pedro del Río, en Concepción, región del Biobío. A su partida se suman otras 7 en la región del Maule: 2 en Linares, 3 en Cauquenes y 2 en Constitución. ¿En qué seguimos fallando?
El argentino Fito Paez, en su canción “La ciudad liberada” dice: “La calle no es un buen lugar para vivir, mucho menos para morir” y tiene razón, porque esa muerte es el símbolo de vidas marcadas por la vulneración de todos sus derechos. Vivienda, agua potable, alimentación, salud física y mental, empleo decente, lazos familiares… todas esas dimensiones del bienestar que están malamente satisfechas para los cerca de 1.400 hombres, mujeres y niños que se estima hoy viven en situación de calle en la región del Biobío.
En Biobío, por ejemplo, el Plan de Invierno del Ministerio de Desarrollo Social ha impulsado y financia albergues y rutas que permiten a atender a 190 personas que viven sin un techo que los cobije. Un esfuerzo tremendo que nuestra causa también mantiene vivo a través de dispositivos residenciales, dos rutas calle, un programa psicosocial y uno de tratamiento de consumo problemático de alcohol y drogas, que acogen con amor y dignidad a cerca de 400 personas en las comunas de los Ángeles y Concepción.
Porque para salir de la calle se requiere Vivienda Primero, un programa social revolucionario, que nace en Nueva York, en los años 90, como Housing First, y que en Chile ya favorece a más de 350 personas en varias comunas del país. Se trata de partir por entregar una vivienda, para máximo tres personas, con dormitorio y baño individuales, y sin condiciones ni exigencias previas, además de apoyo psicosocial permanente durante 3 años. Esa es la “palanca” que permite ir consiguiendo todo lo demás: los controles de salud, la capacitación en oficios, el empleo, el desarrollo de redes y –sobre todo– la recuperación de la dignidad.
Esas 8 personas muertas, doblemente caídas, en la vida y en la calle, no se merecían ese destino. Ciertamente, debimos hacer por ellas mucho más que llevarles café caliente y frazadas en las noches de invierno. Ojalá Vivienda Primero se instale definitivamente en nuestra región, como una respuesta estructural, porque es una política comprensiva, desprejuiciada, humana y definitiva.