
Los bots y la posverdad generan una alianza que hacen de la desconfianza en todo y en todos la única certeza. La fragmentación llega a tal punto que lo único evidente se construye a partir de un individualismo exagerado.
Andrés Cruz Carrasco
Abogado, doctor en Derecho.
La lucha por el poder político se encuentra desatada en las redes sociales, por medio del escándalo. La construcción que se hace de la realidad depende cada vez más de lo que ocurra en nuestro espacio virtual. Los mensajes políticos deben ser extremadamente sencillos, de modo que no sea necesario entrar al fondo de ningún asunto. Mejor esperar la reacción virtual para evaluar el contenido. Así, mediante el alcance del impacto, se procede a la elaboración del sentido, según aparezca más conveniente. Son el alcance y consecuencias emocionales del mensaje los que van forjando la opinión. El mensaje, casi vacío y superficial, se espera que golpeé para después explicarlo, ya que la imagen lo soporta todo. Manuel Castells explica: “Siendo así, la forma de lucha política más eficaz es la destrucción de esa confianza a través de la destrucción moral y de imagen de la persona que se postula como líder”. La negatividad va ganando espacios. La odiosidad se forja a partir de la manipulación o fabricación de imágenes. Se exagera y se falsea, sin asumir ninguna responsabilidad. De este modo, todos son corruptos, sin excepción, sin evidencia, sólo por prejuicio y por los ataques insidiosos y recíprocos de todos los sectores. Esto genera un devastador efecto para la democracia, ya que proliferan los impolutos morales, que de manera infantil, se coronan con una falsa aureola de legitimidad, arrogándose vocerías inexistentes. Los bots y la posverdad generan una alianza que hacen de la desconfianza en todo y en todos la única certeza. La fragmentación llega a tal punto que lo único evidente se construye a partir de un individualismo exagerado. Todo lo que se encuentra a nuestro alrededor es sospechoso, destruyéndose la esperanza en lo racional. Se busca refugio en los mesianismos radicalizados y excluyentes que vetan a quienes son considerados diferentes.
Hay una profunda incapacidad para aceptar las consecuencias de las propias decisiones, pretendiendo incluso la impunidad de los que nos generan simpatías y el infierno de los que incurren en actos análogos, pero se consideran ocupar otras trincheras. Según Felix Ovejero: “Si hay de todo para todos, no debemos renunciar a nada. No hay por qué preocuparse ni en precisar qué se quiere y en cómo se consigue, ni en el diseño de las instituciones ni en cómo traerlas al mundo”. Se obvia que debemos determinar prioridades y comprender que la vida no es un supermercado repleto de bienes inagotables, bastando con pedir para que nos den. La utopía es hermosa, pero puede transformarse en una pesadilla sino nos levantamos contra el fanatismo y la ingenuidad.