
Un artículo de Carlos Oliver Schneider, en su Libro de Oro de la Historia de Concepción, nos relata: “Durante muchos años la porción del Cerro Amarillo situada frente a la calle de Caupolicán fue usada como patíbulo”.
Allí se fusilaba a los infelices condenados a muerte dentro del aparato militar que era de rigor en esa época.
La cárcel estaba situada cerca, donde ahora está el mercado, en la esquina de Freire con Caupolicán, y de allí salía el triste cortejo hacia el cerro.
El banquillo estaba formado por un pellín clavado en el suelo y una piedra desprendida del propio cerro que servía de asiento y que siempre estaba cubierta del cebo de las velas que la conmiseración popular ofrecía a las almas de los infortunados.
Un fusilamiento muy recordado por la forma misma en que se efectuó, y que dejó una honda huella en el pueblo, pues mucho se recuerda, fue de una infeliz y agraciada mujer llamada Carmen Pino, protagonista de un crimen pasional.
Es una de las pocas veces en que se ha fusilado a una mujer en Chile, pues se recordará que la primera fue Mercedes Navarro, fusilada en la plazuela en San Lázaro en Santiago el 3 de noviembre de 1828.
La justicia humana con un ensañamiento que no se comprende hoy, hizo tal aparato teatral para aplicar la pena capital a Carmen Pino y a su cómplice, que es en verdad repugnante recordarlo. Es un tema de novelón.
El acta del fusilamiento dice al pie de ella como una constancia del cúmplase, firmada por el receptor: “Certifico aderecé muerto a tiros de fusil a doña Carmen Pino y a Anacleto Matamala en día 9 de noviembre de 1854, a las una y cuarto de la tarde de un día más claro que los demás”.
Es curiosa la constancia de la claridad del día al pie de una sentencia de muerte en un proceso que no estaba muy claro.
El último ajusticiado en este sitio fue un criminal, culpable de dos asesinatos, llamado Pedro Díaz.
Hoy en nuestro país la pena de muerte fue abolida de nuestro código penal, ya que no puede nuestro estado responder de la misma manera que un criminal común.
En el libro Crónicas y Semblanzas de Concepción de Rene Louvel Bert, al referirse al patíbulo nos hace mención que el terreno que ocupó pertenecía al industrial porteño don Francisco Capurro, quien al trasladar su residencia a Valparaíso enajenó dicho predio a su nuevo propietario, agrega: “Cuando yo era muchacho, gente de la edad de la época relataba que el espectáculo de un ajusticiamiento en ese pedazo del cerro amarillo atraía enorme cantidad de público”.
Alejandro Mihovilovich Gratz
Profesor de Historia y Geografía
Investigador del Archivo Histórico de Concepción.