
Con algunas interrupciones, como la reconquista, la sucesión de golpes de Estado de 1924 a finales del 32 y el gobierno militar de 1973 al 90, exhibimos una historia de evolución de una democracia republicana que bien cabe nos llene de orgullo.
AUGUSTO PARRA AHUMADA
Presidente Fundación República en Marcha.
Con orgullo podemos afirmar que Chile junto a sus hermanas naciones latinoamericanas escogieron emanciparse, a comienzos del siglo XIX, y transitar hacia la libertad desde la forma de organización más civilizada y compatible con los ideales ilustrados conducentes al progreso y el reconocimiento de la dignidad humana. Y en un marco jurídico e institucional inspirado en nobles anhelos que movilizaron e inspiraron a la revolución francesa de libertad, igualdad y fraternidad como una República Democrática.
La República es mucho más que una mera forma de gobierno o de organizar el Estado. No solo entraña un mandato ciudadano y soberano que se otorga por un periodo de tiempo y limita el Poder de quien gobierna; no solo se trata de un parlamento elegido democráticamente; no solo implica la separación de los Poderes del Estado ni solo se fundamenta en el imperio de la Ley y el Estado de derecho. Entraña el carácter de la nación como una que reconoce la dignidad del ser humano, lo iguala ante la Ley, el Derecho y ante la democracia, a partir de la promoción de un conjunto de derechos civiles y políticos. Aspira al pluralismo y la inclusión plena en el reconocimiento de cada ciudadano, como parte de un proyecto colectivo que guía sus pasos hacia el bien común y el progreso.
Podemos distinguir, a partir de las formas de organización del régimen político y asociadas a las principales constituciones, a lo menos cuatro periodos y, desde el punto de vista del sistema político, según Pablo Ruiz-Tagle, cinco asociadas a las formas en que se reconocen los derechos de la ciudadanía, las estructuras de poder del Estado y las narrativas predominantes. Una primera en que las distintas visiones convergen en el período de afianzamiento y consolidación de la República y sus instituciones que va de 1810 a la constitución de 1825 y algunos análisis extienden hasta los años 30; una segunda que podría extenderse hasta el 1861 marcada por la preminencia del poder de una aristocracia conservadora; un periodo Liberal a partir del 1861 ha 1891 que culmina con Balmaceda y una denominada Republica Parlamentaria interrumpida con el golpe de Estado de 1924 y que da comienzo a un nuevo ciclo a partir de la constitución de 1925 con un régimen presidencialista hasta la interrupción democrática de 1973 a 1990, en que para algunos analistas se extiende hasta la actualidad y lo caracterizan por una suerte de hiperpresidencialismo, peyorativamente para algunos neoliberal y para otros un periodo de modernización capitalista idea que suscribo.
Con algunas interrupciones, como la reconquista, la sucesión de golpes de Estado de 1924 a finales del 32 y el gobierno militar de 1973 al 90, exhibimos una historia de evolución de una democracia republicana que bien cabe nos llene de orgullo.
Sin embargo, no basta la Republica como alternativa a la monarquía absoluta y la tiranía. ¿Que enfrentamos hoy?… Hemos puesto a la República y la democracia en un laberinto de salida difusa y bajo las amenazas del populismo, la simplificación, tentaciones refundacionales y el voluntarismo de cambios muchas veces incapaces de ofrecer respuesta. Hemos erosionado la convivencia colectiva desde la imposición de narrativas hegemónicas que rompen con la inclusión de las minorías y nos hemos entregado a una reducción del debate público a mera afirmación de los propios ideales y a la intolerancia y la violencia verbal.
La República entraña por un lado una cultura democrática y republicana de la que parecemos haber abdicado y de unas instituciones reconocidas y legitimadas.