Opinión

Una constitución para las nuevas generaciones

La imagen de futuro que buscamos alcanzar para Chile en la redacción de esta nueva Constitución deberá considerar un Estado solidario, respetuoso de la diversidad humana, garante de derechos, descentralizado territorialmente, democrático y con espacios de participación vinculante, plurinacional e intercultural.

Por: Diario Concepción 15 de Marzo 2021
Fotografía: Cedida

Magaly Mella Abalos
Dra. en Antropología Social y Cultural
Candidata por el Distrito 20 – Lista de Independientes del Biobío

Estamos a menos de un mes de las elecciones del 11 de abril de 2021, donde elegiremos a nuestras/os representantes mandatados para escribir la Constitución para un nuevo Chile. Un Chile que, estoy segura, lo queremos más justo, equitativo y solidario y para lo cual se hace necesario pensar en la enorme responsabilidad que tenemos, precisamente porque esta Carta Magna será la que fije las reglas del juego para las nuevas generaciones, de aquí a los próximos 50 ó 70 años. Por ello, es fundamental que el nuevo texto constitucional se base en el respeto a las diversas miradas que coexisten en nuestro país y en la armonía social.

La imagen de futuro que buscamos alcanzar para Chile en la redacción de esta nueva Constitución deberá considerar un Estado solidario, respetuoso de la diversidad humana, garante de derechos, descentralizado territorialmente, democrático y con espacios de participación vinculante, plurinacional e intercultural.

Estoy convencida de que muchos y muchas de los que estamos participando en este proceso buscamos lo mejor para nuestro país. Pero, también sé que existen intereses de determinados sectores de la élite económica y política que buscan impedir que el estado de cosas existente cambie, por temor a lo nuevo y por miedo a perder sus privilegios y prerrogativas heredadas de generación en generación, en algunos casos.

De ahí que se hace imperativo pensar responsablemente en el Chile que queremos para los próximos años, el Chile que queremos dejarles a nuestros hijos, hijas, nietos y nietas.

El estallido social del 18 de octubre, dejó claro no solo el descontento de una gran mayoría de la sociedad chilena sino que también desnudó el abuso sistemático al que hemos estado sometidos por tantos años. Fue precisamente ese hecho el que permitió que hoy podamos abrirnos a la posibilidad de cambiar la Constitución, por una que represente la voz de los que han estado marginados de sus derechos, de los que han sufrido discriminación, racismo y violencia, de los excluidos y excluidas de un modelo de desarrollo que no ha alcanzado a todos los chilenos y chilenas.

Como mujer, madre, docente y ciudadana, me interesa especialmente el futuro de este país, sobre todo porque les pertenece a las nuevas generaciones, a quienes hasta ahora no le estamos entregando una herencia significativa para tener una mejor calidad de vida.

Para que no comiencen su vida escolar y/o laboral con mochilas que les impidan su pleno desarrollo, no debemos claudicar hoy en la construcción de cambios sociales, económicos, políticos y culturales que permitan un mejor presente y futuro para nosotros y para ellos y ellas.

Debemos avanzar en este proceso constituyente, porque esta vez, en una coyuntura histórica excepcional, tienen la oportunidad de participar, de opinar y ser parte de este proceso los que antes silenciaron, los que siempre han perdido.

Necesitamos que los que vayan a escribir esta nueva Constitución tengan un claro compromiso y adherencia con los valores democráticos, inclusivos y pluralistas que caracterizan al Chile del siglo XXI. Un Chile que se hace cargo de sus falencias y con espíritu solidario es capaz de salir adelante, sin dejar a nadie atrás.

Tal vez no sea fácil consensuar miradas, pero se puede arribar a una Carta Magna que responda a la sociedad diversa que es hoy Chile. Esta meta es parte de nuestro derecho a soñar, de nuestro derecho a la felicidad, que no es una aspiración ingenua o la manifestación de un deseo, sino que una declaración de principios, de voluntad por construir un mejor mundo para las nuevas generaciones.

Quiero creer que estas nuevas generaciones, cuando hagan su juicio histórico de este momento, no nos reprocharán el habernos farreado una oportunidad histórica. Espero que podamos decirles que hicimos la pega, que nos costó llegar a acuerdos, pero lo logramos y les heredamos una Constitución con nuevas reglas del juego más justas, producto de una creación colectiva y que defiende el adecuado uso de los recursos que nos proporciona la naturaleza y su biodiversidad, con respeto por la identidad de los territorios y su cultura y donde se reconoce a los pueblos indígenas como naciones originarias preexistentes y, por ende, al Estado Unitario plurinacional e intercultural.

En síntesis, que les heredamos una Constitución que les permita el Kume Mogen, el buen vivir.

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