Opinión

Para una nueva democracia

Por: Diario Concepción 23 de Diciembre 2020
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

Para Daniel Innerarity, “la principal amenaza de la democracia no es la violencia ni la corrupción o la ineficiencia, sino la simplicidad. Nadie diría que la simpleza, con ese aire de inocente descomplicación, puede actuar de manera tan corrosiva sobre la vida política, pero en ocasiones los enemigos menos evidentes son los más peligrosos”. No es que la violencia, la corrupción o la ineficiencia sean irrelevantes. Todo lo contrario, son las que rompen con el diálogo social y la confianza en la democracia. Sin embargo, éstas son consecuencias de un factor anterior, que es la simplificación de los contextos haciendo que los marcos éticos se tornen toscos y rudimentarios, quedando todo reducido a “ganar” sin importar los medios. El enriquecimiento material constituiría una espuria demostración de haber alcanzado lo que se considera el “éxito” ante los pares. Lo mismo que ponerle el pie encima a otro que piensa de forma distinta como la única manera de aparecer como un vencedor, aunque la victoria sea inmoral o ficticia.

El uso de la violencia como instrumento para imponerse a los otros no es más que negarse a aceptar que el mundo es heterogéneo, desprendiéndose una incompetencia para reconocer de manera constructiva la conflictividad social. Todo se asume como “blanco o negro”. Todo se justifica sobre la base de esloganes añejos y de etiquetar a otros por lo que hicieron o por lo que dijeron. Como diminutos tribunales de la moralidad que nunca se han mirado en un espejo para constatar el siniestro reflejo que ocultan detrás de mañidas retóricas prodemocráticos, cuando no son más que otros totalitarios, uno de los tantos que proliferan en la jungla de las redes sociales para quienes la verdad es sólo la suya.

Seguir usando marcos conceptuales propios de la Guerra Fría, nos impide comprender lo que está pasando cuando la realidad social va mutando rápidamente, dejando atrás la validez de las premisas que nos permitían entender los hechos en el pasado. La democracia se debe volver a pensar teniendo como base las actuales circunstancias que son muy diferentes a las que le dieron origen. Construir las expectativas para que responda a los valores que la hacen la mejor forma de organizarse para convivir. El mismo Innerarity señala: “Porque es posible que una parte de nuestra desafección política tenga algo que ver con el hecho de que entendemos muy poco nuestro tiempo, cómo funciona esta sociedad y cuáles son nuestras posibilidades de acción en ella”. Para esto son útiles la experiencia y los libros, pero no la “funa” ni las piedras, que no demuestran propuestas, sino que pura ignorancia.

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