El Día de la Educación Parvularia y del Educador de Párvulos fue instaurado en Chile en 1991, durante el mandato del presidente Aylwin y con el apoyo de todos los sectores políticos; la fecha corresponde al decreto que formalizó en 1944 la primera escuela universitaria de Educación Parvularia en la U. de Chile. Fue creada bajo la rectoría de Juvenal Hernández, tendiendo como consejera a Amanda Labarca quien desempeñó el rol de directora junto con Matilde Huici, quien fue nombrada como profesora-jefe. Si bien esta fecha es históricamente importante, cabe señalar que la educación parvularia tiene una larga existencia, ya que la primera Escuela de Párvulos se creó en 1864.
Ello lleva a hacerse la pregunta: ¿Qué vamos a celebrar en estos tiempos tan complejos, donde los niños y niñas, sus familias, educadoras y toda la comunidad educativa han pasado por situaciones tan duras, en especial en los sectores más vulnerables? Enfermedades, muertes, problemas de subsistencia, confinamiento, hacinamiento, desvinculaciones con los demás seres queridos, problemas de salud mental, etc. han rondado o se han instalado en la vida de muchos. Es cierto, en ambientes con menos carencias, se ha posibilitado la profundización de vínculos con los familiares más cercanos y el desarrollo de situaciones formativas interesantes en el hogar con el apoyo de instituciones educativas, importante labor de las educadoras y técnicas quienes han tratado de llegar a los párvulos por diferentes vías, pero la vida no ha sido fácil para nadie.
En términos estadísticos, la cobertura de atención que a fines del año pasado se acercaba al 60%, entre los párvulos de 6 meses a 6 años, ha bajado por cierre de jardines infantiles, en especial los particulares, e incluso en el sector público ha bajado la matrícula. Posiblemente terminemos el año con un 50% de cobertura total.
Recordemos los proyectos de ley que este gobierno tenía para este nivel: “Sala cuna universal” y el aumento de la cobertura en nivel medio (de 2 a 4 años), se expresaron en proyectos aún en trámites, que han tenido fuerte rechazo de muchos sectores por las formas en que estas iniciativas se concretaron, ya que atentan incluso a principios y criterios que ha tenido históricamente este nivel.
La priorización curricular que hizo el Mineduc de objetivos y contenidos de las Bcep fue limitada en lo que podría haber propiciado: más atención a los aspectos afectivos, a relaciones con la naturaleza, al humor, a la expresión, a la creación, y a todo lo que ayude a fortalecer el bienestar integral de la infancia.
En definitiva, parece que sólo cabe celebrar en este año el permanente cariño que los párvulos tienen hacia sus educadoras y técnicas, y el esfuerzo que se ha hecho en llegar a ellos con alguna propuesta educativa.
Pero cambiemos este relato con sabor a amargo; toda situación presenta oportunidades y tenemos que verlas. Esperamos que estos momentos tan duros que estamos viviendo, nos hagan pensar en los enormes cambios que necesita nuestro sistema educativo, en especial en su enfoque con cercanía a las verdaderas necesidades de los niños y niñas y sus familias. Ello significa propuestas ricas en aprendizajes verdaderamente significativos para ser mejores seres humanos y enfrentar tiempos complejos con nuevas habilidades.
Ese sería el mejor regalo que podríamos hacerle a la educación chilena este año 2020 y a nuestros párvulos, para que sean plenos y felices.
María Victoria Peralta
Premio Nacional de Educación y académica UCEN