Opinión

De subsistencia democrática

Se debe asegurar al pueblo una intervención continúa en el gobierno en el contexto de una profunda cultura política que vaya más allá de los plebiscitos y las redes sociales.

Por: Diario Concepción 30 de Septiembre 2020
Fotografía: Carolina Echagüe M.

ANDRÉS CRUZ CARRASCO
Abogado, magíster Filosofía Moral.

En tiempos de convulsión proliferan quienes afirman estar comprometidos profundamente con la democracia, siendo en el fondo sus verdaderos enemigos. Se construyen prolíficas defensas de las concepciones más peligrosas en nombre de la democracia. Los sepultureros de la democracia pueden ser quienes entonen los más bellos himnos en su nombre, mientras cavan la fosa donde han de enterrarla. Quien la pervierte puede hacerlo homenajeándola con sus palabras.

Todos los elementos de la democracia deben ser concebidos de manera equilibrada para evitar desvirtuarla. El sufragio es trascendental, pero no nos podemos pasar votando permanentemente, ya que la institucionalidad se haría inoperante. Nuestros representantes deben rendir cuenta de sus funciones, pero tienen que tener un margen de autonomía respecto de las atribuciones delegadas para que estas puedan desarrollarse de manera eficiente y eficaz. No podemos simplificar la democracia asumiendo que se trata sólo de momentos electorales, reduciéndola en términos tales que se pretendan mutilar de ella valores y procedimientos sin los cuales la libertad, la igualdad y la fraternidad no serían más que una quimera. La participación ciudadana no se puede sólo limitar a la emisión del voto esporádico. No podemos soslayar la indispensable protección de las minorías respecto de las mayorías, no se puede renunciar a la primacía del derecho o la independencia de las autoridades judiciales, por citar algunos ejemplos. No podemos entregarnos a la soberanía de los expertos, pero tampoco las decisiones políticas serán más legítimas mientras más “me gustas” tengan en la web o sean avaladas por alguna encuesta semanal. Una democracia es un proceso que no puede sobrevivir ante una protesta constante, que resulta ser esencial para impulsar transformaciones pero que requieren de la complejidad institucional para articular las demandas de las diversidades que conforman una variopinta comunidad de individuos.

Para Daniel Innerarity: “No hay buena vida pública ni se toman las mejores decisiones cuando se decide sin buena información o con un debate presidido por la falta de respeto hacia la realidad. Tampoco hay una alta intensidad democrática cuando la ciudadanía tiene una actitud que es más propia del consumidor pasivo, como un público de “voyeurs” al que se arenga y satisface en sus deseos más inmediatos, sin remitir ningún horizonte de responsabilidad”. Se debe asegurar al pueblo una intervención continúa en el gobierno en el contexto de una profunda cultura política que vaya más allá de los plebiscitos y las redes sociales.

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