El fin del sueño latinoamericanista

21 de Septiembre 2020 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Cedida

Creemos que Chile debe retomar el liderazgo que tuvo en el concierto de las naciones y, para ello, un socialismo democrático, moderno y pluralista aparece como una opción a considerar.

Jaime Tohá González
Diputado de la República

Hace apenas unos días ha sido elegido para la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el abogado norteamericano Mauricio Claver Caronte. De fuerte arraigo en la comunidad cubano norteamericana y exlíder de asociaciones como Cuba DemocracyAdvocates y la US-Cuba Democracy PAC, y apoyado por el presidente Trump para dirigirlo, se ha convertido en el primer presidente no latinoamericano de la historia de la organización.El BID, que nace a fines de la década del 50’como respuesta de América Latina a un orden económico mundial hegemonizado por EEUU, por su control del FMI y por el Banco Mundial (ambos creados en 1944) ha tenido como principal misión ser una fuente de financiamiento para el desarrollo de América Latina y el Caribe. Mediante préstamos, donaciones, asistencia técnica y la realización de investigaciones, el BID ha sido un actor cardinal en la espiral de desarrollo que Sudamérica ha experimentado en las últimas décadas. Con una cartera de casi 12.000 millones de dólares al año para el financiamiento de proyectos, ha sido vital para los cambios que el continente ha experimentado en los últimos 60 años. Con presidentes de la talla del chileno Felipe Herrera Lane, el cual lo presidió por una década (1960-1970), o el español naturalizado uruguayo, Enrique Iglesias, la institución alcanzó grados de consolidación en el tiempo que le dieron un prestigio bien ganado.

Sin embargo, la actual presidencia de Claver Caronte -ex asesor directo de Trump en la Casa Blanca- llega en un momento en que América Latina lejos de ser un proyecto de unión y prosperidad aparece con grietas profundas difíciles de revertir en el corto plazo. Una creciente polarización y la creación de zonas de influencia excluyentes han producido un estancamiento en su desarrollo, en la cooperación, y en la construcción de un terreno común que nos permita entendernos como una zona que requiere trabajar de consuno para sortear las dificultades comunes. A la resquebrajadura política y económica, y a la radicalidad de los proyectos políticos que están en los extremos, se suma una pérdida ostensible de protagonismo y liderazgo de la OEA, la cual sumida en cierta irrelevancia y recientemente vinculada a rencillas que han llevado a su secretario a estar en el ojo del huracán, hace de difícil pronóstico la situación de cooperación internacional que debe guiar las voluntades de los gobiernos latinoamericanos.En tanto, los mandatos de los presidentes Trump y Bolsonaro amenazan de muerte a un ya agónico multilateralismo regional.

En ese escenario geopolítico creemos que Chile debe retomar el liderazgo que tuvo en el concierto de las naciones y, para ello, un socialismo democrático, moderno y pluralista aparece como una opción a considerar. Hoy como ayer, en tanto no haya una sola voz al sur del Río Bravo, América Latina estará condenada al ostracismo. La abstención de 16 países en la votación para la elección del presidente del BID, algo de indiferencia, y una decisión política de Estados Unidos, nos deja como saldo el que su presidencia queda en manos de un líder que no ha vivido en Latinoamérica y cuya filiación política no se interesa -al menos que sepamos- por la necesidad de un trabajo solidario, conjunto y de vocación latinoamericanista que nuestro continente tanto necesita.