La información ambiental es fundamental para evaluar el desempeño, y tenemos allí una importante deuda. Establecer un sistema de información ambiental para la región es un enorme desafío y poder compartirla lo es aún más, pero ya tenemos la madurez para tener un buen sistema de acceso a la información ambiental, que sea transparente y público.
Ricardo Barra
Director Centro Eula
Investigador CRHIAM.
Académico Facultad de Ciencias Ambientales,
Universidad de Concepción.
Desde hace años existen índices de desempeño ambiental, que clasifican a los países de acuerdo a su rendimiento frente a una serie de temáticas ambientales.
Uno de los más utilizados es el EPI (Environmental Performance Index) de la Universidad de Yale y Columbia de los Estados Unidos, con quienes hace algunos años tuvimos el privilegio de trabajar. Este índice entrega una base cuantitativa para analizar, comparar u comprender el desempeño ambiental de más de 180 países en el mundo, utilizando una base común de información.
Chile aparece en el número 44 del ranking, siendo este año el primer país de Latinoamérica. Utilizando 32 indicadores de desempeño a lo largo de 11 categorías en dos grandes temas, la salud y la integridad de los ecosistemas.
La idea de estos indicadores es establecer prioridades, respecto a dónde el país debe hacer esfuerzos para mejorar su desempeño ambiental y alcanzar ciertas metas en el tiempo.
Como en todo, hay buenas y malas noticias. La positiva es el primer lugar en el ranking de áreas marinas protegidas a nivel mundial, que es un logro destacable dado el esfuerzo desplegado para aumentar la superficie de océano protegido por el país, en particular en la Patagonia y las islas oceánicas. La pregunta que surge es ¿cómo andamos en la vigilancia de esa superficie y protección de esas áreas protegidas?
Las malas noticias sin embargo, son en varios temas. Entre ellos, lo que se refiere a la biodiversidad terrestre y su representatividad, donde aparecemos bajo el número 100 del total de países evaluados, la protección de las especies, y la pérdida de bosques nativos y humedales, en las categorías de integridad de los ecosistemas.
En lo que concierne a la contaminación las emisiones de compuestos azufrados y nitrogenados, se han disparado. Esto nos ubica en los lugares 125 y 159 del total de países, respectivamente, lo que francamente es una muy mala ubicación.
Lo mismo ocurre con las emisiones de gases de efecto invernadero per cápita, donde aparecemos en el lugar 111, y en la tasa de crecimiento de emisiones de hollín (carbono negro), estamos en el lugar 153.
Respecto a la salud, los temas son calidad del aire y el uso de combustibles solidos (leña), y hemos mejorado algo en niveles de material particulado fino PM2.5. También estamos mejor en lo que respecta a los niveles de plomo en el aire. Lo mismo en calidad del agua, pero aun tenemos una brecha en lo que se refiere a la gestión de los residuos sólidos.
Eso es lo interesante de un ranking como este y de observar cómo nos ven desde afuera, ya que es a través de ello que se presentan los desafíos que tenemos que abordar durante los próximos años.
La información ambiental es fundamental para evaluar el desempeño, y tenemos allí una importante deuda. Establecer un sistema de información ambiental para la región es un enorme desafío y poder compartirla lo es aún más, pero ya tenemos la madurez para tener un buen sistema de acceso a la información ambiental, que sea transparente y público.
El Estado, los privados y la academia debemos hacer una mayor esfuerzo para poder establecer una base de información, ojalá a nivel espacial y temporal, para que los que toman decisiones (por ejemplo respecto a dónde localizar un nuevo proyecto) conozcan las potencialidades y limitaciones de sus iniciativas.