Opinión

O’Higgins, forjador del poder naval

Por: Diario Concepción 24 de Agosto 2020
Fotografía: Juan Eduardo Mendoza

Dr. Juan Eduardo Mendoza P.
Profesor Historia Americana Universidad de Concepción
Miembro de la Academia de Historia Militar de Chile
Asesor histórico R. 6 Chacabuco

Hace 200 años, un 20 de agosto de 1820, zarpó bajo la bandera nacional de Chile, la expedición Libertadora del Perú, compuesta por una fuerza naval y terrestre. La primera consistía en una Escuadra al mando del Almirante Lord Thomas Cochrane, conformada por 8 buques de guerra y 17 transportes, con 1800 tripulantes. Mientras la fuerza terrestre estaba integrada por unos 4.000 soldados, con armamento para 12.000 nuevos reclutados, 7.140 toneladas de carga, víveres y vestuario para 6 meses y un hospital de campaña. Al mando de la fuerza expedicionaria se encontraba, el General José de San Martín, nombrado capitán general del Ejército de Chile, mientras el coronel Gregorio Las Heras, ascendido a brigadier, fue designado Jefe del Estado Mayor del ejército expedicionario.

La importancia estratégica de esta acción se justifica en la necesidad de establecer un dominio marítimo que impida al Virrey del Perú, enviar una fuerza expedicionaria que intentara recuperar Chile. Tal como había ocurrido en el pasado, con cuatro expediciones lideradas por Antonio Pareja en 1813, Gavino Gainza 1814 y Mariano Osorio 1814 y posteriormente en 1818, esta última expendición había sido derrotada en los campos de Maipú. No obstante, el dominio del mar seguía en manos de los realistas.

Conocedor de la vulnerabilidad de las costas chilenas, O’Higgins se dio a la empresa de formar una fuerza naval suficiente como para proyectarse sobre el Virreinato del Perú.

No era una tarea fácil, si consideramos la falta de una tradición naval en la población, que debían ser instruidos para conformar de las tripulaciones de las embarcaciones que por vía de compra o de ser apresada como “botín de guerra”, serán integrados a la nueva Escuadra Nacional. Un titánico esfuerzo económico que la reciente república debió asumir a un alto costo, endeudamiento fiscal e impopulares impuestos.

Tras el cruce de Los Andes, por parte del Ejército Libertador el año 1817, era evidente la existencia de un plan continental, donde en palabras de San Martín se señala “Una vez conseguida la victoria en Chile, aliando fuerzas pasaremos por mar a tomar Lima”, o en forma más precisa en palabras de O’higgins, quien luego de la victoria de Chacabuco, menciona que “este triunfo y cien más se harán insignificantes si no se domina el mar”.

Consciente que sin el dominio del mar, era imposible asegurar la libertad de Chile y del resto del cono sur de América.

Esta visión marítima de O’Higgins, seguramente habría sido adquirida en sus viajes de juventud por Perú, Inglaterra y España, donde incluso surgió su intensión de ingresar a la academia militar de navegación en Cádiz.

Esta situación se la comunicó a su padre, Ambrosio O’Higgins, quien no pudo cumplir las intenciones de su hijo, sin tener que reconocerlo previamente.

No obstante, lo anterior, se le debe reconocer que siendo Director Supremo desarrolló diversas obras que potenciaron nuestro poder naval, tales como; la creación en Valparaíso de una academia de jóvenes guardiamarinas, actual Escuela Naval Arturo Prat, trasladó la Aduana a Valparaíso e impulso la marina mercante.

La Escuadra Nacional, que zarpó el 20 de agosto de 1820, logró su objetivo político, el general San Martin dio inicio el proceso de Independencia del Perú, aunque no participaron directamente en las batallas decisivas que culminaron en Ayacucho en 1824. La flota chilena al mando de Lord Cochrane, será la más poderosa del Pacífico Sur, marcando el fin del poder español en aguas americanas.

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