Opinión

Eso que llaman amor, es trabajo no pago

Las mujeres dedicaron 9:00 h semanales más que los hombres al trabajo doméstico, y en cuanto al cuidado de los niños y niñas, un 57% de los hombres declaró dedicarle cero horas.

Por: Diario Concepción 21 de Agosto 2020
Fotografía: Cedida

María Victoria Ulloa
Colectiva – Justicia en Derechos Humanos
Corporación y Oficina Jurídica

La filósofa y escritora feminista Silvia Fedirici lo ha denunciado hace décadas, y en pleno 2020, la encuesta de empleo del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales lo recuerda. La pandemia, ha aumentado la carga en las labores del hogar, pero la brecha de género en la distribución de ellas también.

La encuesta alerta una brecha existente en la distribución de las horas que mujeres y hombres dedican tanto al trabajo doméstico, como a las labores de cuidado, ya sea de niñas y niños u otras personas en condición de dependencia. En efecto, las mujeres dedicaron 9 horas semanales más que los hombres al trabajo doméstico, y en cuanto al cuidado de los niños y niñas, un 57% de los hombres declaró dedicarle 0 horas con una brecha, en este caso, de 11 horas semanales.

Los roles de género han asignado históricamente el trabajo doméstico y de cuidados a las mujeres, lo cual no ha cambiado mucho para las chilenas. La separación de lo público y lo privado, y la relegación de las mujeres en este último, mantuvo el trabajo no remunerado fuera de la discusión política. El proceso constituyente que se avecina abre un camino estratégico para las mujeres, siendo una oportunidad única para abordar la corresponsabilidad en las labores de cuidado. Una Constitución, es un instrumento jurídico-político que establece y perpetúa relaciones de poder.

En ese sentido, una Constitución feminista no solo requiere nuestra participación, a través de la paridad, sino, además, del reconocimiento de derechos y principios que constituyan una efectiva redistribución del poder. Se hace necesario consagrar un principio de cuidado, y reconocer el trabajo no remunerado, lo cual implica su abordaje como un problema público, ya no relegado en los hombros de las familias, mayormente de las mujeres. Esto conlleva, sin duda, la superación del Estado subsidiario.

La crisis sanitaria nos recuerda la importancia de abordar como sociedad los problemas de cuidados, salud y bienestar. Una nueva Constitución debe ser el inicio de un pacto social que incluya los problemas de las mujeres, y que nos permitirá avanzar hacia una legislación y política pública integral de cuidado.

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