Opinión

Corazón reflector

Cuando la luz del Universo es reflejada en un espejo astronómico, es la especie humana la que se observa conscientemente a sí misma, en un reflejo de sus orígenes y su destino. Eso que llamamos Astronomía.

Por: Diario Concepción 11 de Junio 2020
Fotografía: Depto Astronomía UdeC

Roger Leiton
Departamento de Astronomía, U. de Concepción
Centro para la Instrumentación Astronómica
Proyecto Anillo Formación y Crecimiento de Agujeros Negros.

Cada mañana ocurre algo simple que no deja de asombrarme: me enfrento a mi imagen frente al espejo. Parte de la luz que rebota en mi llega al espejo del baño y vuelve hasta mis ojos. El proceso tiene sentido porque hay alguien tomando consciencia de la reflexión que se produce. Así, notamos que estamos envejeciendo, que es hora de una afeitada o simplemente confirmamos que logramos sobrevivir un día más. Este acto de autoconciencia personal en nuestro baño tiene un paralelo en nuestra especie y ocurre al interior de un telescopio.

Hay espejos de vidrio volcánico pulido tan antiguos como 8000 años (Turquía). Cerca del 3500 A.C., en Mesopotamia y el Antiguo Egipto pulían placas de cobre. En India y China los hacían de bronce y en América pulían piedras. Recién en 1663, el escocés James Gregory por primera vez incorporó espejos a un telescopio. Desde 1609 con Galileo, los telescopios usaban combinaciones de lentes (vidrios transparentes que desvían y concentran la luz) formando una imagen dentro del ojo. Pero Gregory usó un espejo al final de un tubo para cosechar luz. Contrario al del baño, que es plano y devuelve los haces de luz de manera paralela, el del telescopio atrapa la luz porque tiene una suave curvatura. Así los haces en vez de escaparse paralelos, son forzados a converger en un punto, el foco. Gregory además usó otro espejo también curvo para devolver los rayos desde cerca del foco hacia un agujero en el centro del espejo recolector; así la imagen se forma, enfocada por un lente, en el fondo del telescopio. El gregoriano pasó del diseño al objeto en las manos de Robert Hooke sólo en 1673.

El telescopio reflector, prima donna de los observatorios modernos, ha evolucionado desde los tiempos de Gregory y Hooke. Pero su esencia persiste en su corazón: el espejo primario. En vez de estar hecho de planchas metálicas pulidas, hoy se fabrican de materiales cerámicos livianos y flexibles que pueden moldearse con una precisión extrema. Para una imagen nítida, la cara reflectante de un espejo astronómico moderno debe ser lo más suave posible para no distorsionar las imágenes. Los modernos espejos no toleran rugosidades superiores a unos 20 nanómetros (4 mil veces más fino que un pelo). Se recubren con una capita de mercurio o plata que refleja casi toda la luz que reciben. Los espejos también han crecido, desde unos pocos centímetros hasta piezas de 10 metros de diámetro. Para construirlos más grandes hay que ensamblar mosaicos como panal de cientos de espejos.

Así, cuando la luz del Universo es reflejada en un espejo astronómico, es la especie humana la que se observa conscientemente a sí misma, en un reflejo de sus orígenes y su destino. Eso que llamamos Astronomía.

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