De guerras y necios

10 de Junio 2020 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Hoy vivimos las consecuencias de un individualismo radicalizado que ahogó el sentido comunitario

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

Para el filósofo Daniel Innerarity: “Una gran crisis biológica en la era de la inteligencia artificial y en medio de los debates sobre transhumanismo nos pone cuerpo a tierra. La reflexión ecológica ya nos había enseñado hace tiempo que no podemos entendernos sin ningún tipo de inserción en un contexto natural. Esta crisis subraya todavía más los límites de nuestra autosuficiencia y la común fragilidad; revela nuestra dependencia tanto de otros seres humanos como respecto del mundo no humano”. Todos somos responsables y no podemos seguir delegándole a otros que se hagan cargo de lo que a cada uno nos corresponde asumir. Por mucho que nos inventemos cientos de superhéroes, el desafío es y seguirá siendo colectivo.

Hoy vivimos las consecuencias de un individualismo radicalizado que ahogó el sentido comunitario. Ahora nos resulta difícil intentar configurar un futuro deseable. Pero este futuro depende de nuestras decisiones libres, ya sean adoptadas como sujetos individuales o como parte de un colectivo. Se nos exige confiar, pero nos encontramos fragmentados con discursos profundamente contradictorios, por habernos dejado arrastrar por la inercia de la segregación y de los fanatismos de todos los colores, que ven guerras en todas partes, batallas permanentes ante enemigos invisibles o inventados, abriendo peligrosamente las puertas para que proyectemos la excepcionalidad de manera permanente, camuflándola como normalidad, restringiendo derechos a diestra y siniestra, dejándonos engañar por el lenguaje simplón de la confrontación, sin escarbar un poco más para poder develar el sentido de hacer de todo problema social un espectáculo mediático, reemplazando el concepto de autoridad política por el de un “señor Corales” que con su guaripola dirige de manera más bien errática a un pequeño grupo de oligarcas que lo aplauden rabiosamente, entrechocando su colleras, en alguno de los salones del palacio de los privilegiados, sin la capacidad para criticar constructivamente, asumiendo que su excelencia, así como en otras muchas ocasiones, puede equivocarse como todo ser humano. Su necedad los inhabilita para ver más allá de sus narices, y pese a toda la evidencia que a gritos se les ha restregado en sus caras, siguen excusando su ineficiencia en que “nunca pensábamos en que hubiese tanta pobreza”.

El diálogo democrático, honesto y abierto, no entre los mismos de siempre, no entre los que han sido los que nos tienen en este estado, es, en un contexto de una soberanía popular, lo que nos puede abrir nuevas alternativas para superar este y muchos otros derroteros futuros.