Dr. David Ulloa Díaz
Jefe de Departamento de Ciencias del Deporte y Acondicionamiento Físico
Facultad de Educación Ucsc
Mantener altos niveles de actividad física y practicar ejercicio físico de manera regular son algunas de las recomendaciones frecuentes en los sistemas sanitarios para la promoción y/o prevención de la salud de las personas.
Existe un robusto cuerpo de evidencia sobre el efecto de la práctica regular de ejercicio físico sobre la calidad de vida en la población general, la reducción la morbimortalidad de las enfermedades crónicas no transmisibles, la prevención en la aparición de algunos tipos de cáncer, los efectos terapéuticos sobre la salud mental, el control del peso corporal y obesidad. También, se ha demostrado que el ejercicio disminuye la incidencia, duración y gravedad de enfermedades virales del tracto respiratorio, como de la influenza y la neumonía, y que, además, favorece la actividad inmunitaria. Sin embargo, estos efectos beneficios son sensibles al perfil de ejercicio, su intensidad, duración frecuencia y densidad.
Un estudio reciente en personas con restricciones sociales y el confinamiento con diagnóstico por Covid-19 y la enfermedad de Sars-Cov-2, informaron efectos psicológicos negativos asociados a la pérdida de la rutina, la reducción de contacto físico y social, y una marcada restricción de movimiento. Si a esto le agregamos que las personas de mayor riesgo de morbimortalidad para la enfermedad de Sars-Cov-2 son los adultos mayores, personas con hipertensión, diabetes, con enfermedad cardiovascular y las enfermedades respiratorias, tendríamos que considerar que una de las estrategias debiese promover e iniciar programa de ejercicio o que aumenten, al menos, los niveles de actividad física en tiempos de pandemia, considerando la actividad física y el ejercicio físico disminuyen la fragilidad de los mayores y reducen el riesgo en las enfermedades de las personas.
Si bien no existen estudios sobre los efectos del ejercicio sobre la enfermedad de Sars-Cov-2, la evidencia sugiere que el ejercicio físico reduciría los efectos negativos del confinamiento y podría atenuar las consecuencias de la Covid-19 en la población general y, sobre todo, en las poblaciones de mayor riesgo.
Por lo tanto, la fragilidad de los adultos mayores y de las personas con factores de riesgo ante la enfermedad del coronavirus, requiere de manera urgente que el Estado, las universidades, las facultades y carreras de formación de educadores físicos, orienten sus esfuerzos para desarrollar investigación avanzada y estrategias didácticas para diseñar planes de ejercicios que tiendan a disminuir la fragilidad y atenuar las consecuencias futuras de la pandemia.