Opinión

De funas y discriminaciones

Porque reclaman ser discriminados, discriminan. Porque se dicen tratados injustamente, son injustos, haciendo de la violencia nihilista el método para validarse.

Por: Diario Concepción 11 de Marzo 2020
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

Un rasgo característico de los fanáticos políticos de cualquier color es pretender que sus creencias son superiores, constituyendo verdades irrebatibles. Revelaciones provenientes de la interpretación del mundo realizadas por un líder carismático o por decirse seres humanos impolutos, políticamente puros, viendo en los otros simples pecadores ideológicos o extraviados, por quienes se dicen que luchan para redimirlos. ¡Todos están equivocados, salvo ellos! Los que discrepan son perseguidos y se valen de cualquier medio, incluso de la “funa”, ocultándose en el cobarde anonimato de las redes sociales o designando a su víctima parapetados en el seno de la turba furibunda que condena de inmediato ante la mera sindicación histérica de algún componente de la masa, para insultar, agredir y destruir al que no adhiere a su forma de actuar o que simplemente se niega a plegarse a ellos, resistiéndose a arrodillarse ante su verdad revelada. Porque reclaman ser discriminados, discriminan. Porque se dicen tratados injustamente, son injustos, haciendo de la violencia nihilista el método para validarse. Porque reclaman ser excluidos, excluyen. A garrotazos y a punta de piedras y fuego pretenden imponerse. Sin discurso, sin ningún esfuerzo intelectual por proponer o dialogar. Eso es pedirles demasiado esfuerzo, ya que requiere reflexión. Resulta más fácil barrer con todo en lugar de construir un futuro con todos. Se llenan la boca con palabras como democracia y participación, pero son unos déspotas, que emulan a los fascistas que les repugnan o mistifican, dependiendo del extremo del que se dicen formar parte. Son intransigentes, por lo que oprimen y reducen las libertades de los otros y la dignidad de cuantos son diferentes a ellos.

Se debe asegurar que el pluralismo político de los valores no devenga en una tiranía de los valores en que se contrapongan las diferencias de manera rencorosa. Esto nos puede encaminar a conflictos dirigidos a eliminar a quienes son considerados distintos, cuando es en el seno de la democracia como sistema político donde se garantiza el respeto y la convivencia pacífica de todos, para acabar en conjunto con las desigualdades sociales y económicas.

Para que los discursos que se refieran a la democracia, los derechos humanos, a la igualdad y a la dignidad sean creíbles, resulta ser indispensable abolir la segregación y la marginalidad, dándole un trato a todo ser humano como ciudadano y no como mero consumidor o enemigo. De otro modo toda retórica contra la desigualdad no pasará a ser más que una forma de desmentir lo que se pretende cínicamente consagrar.

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