Ariel Yévenes Subiabre
Economista Centro de Estudios Corbiobío
Académico UBB
La ciudad constituye un espacio de alto potencial para la asociatividad y la gestión colaborativa. En la actualidad, dada la constatación de que se ha tendido a evolucionar desde situaciones de riesgo, en la cual las proyecciones funcionan sobre la base de probabilidades, a situaciones de verdadera incertidumbre con eventos de diversa escala de difícil pronóstico, la flexibilidad, sinergia y capacidad de reacción se vuelve un factor crítico de éxito en la gestión de contrarrestar el efecto de costos crecientes conforme situaciones complejas se consolidan en el tiempo, dando lugar a problemáticas cuya solución ya deja de obedecer a intervenciones puntuales y requieren de intervenciones de orden sistémica, considerando el impacto que tendrán sobre el entorno.
Un desafío que emerge en estas circunstancias es cómo se conforma, entonces, una ciudad que propicie una gestión en red tal que, potenciando la eficiencia colectiva, lo haga a ritmos cada vez más elevados y a una velocidad de acción superior. Cabe resaltar aquí la importancia de los elevados requerimientos de coordinación logística que exige tal desafío, toda vez que en una red la autonomía de acción de los agentes individuales se han de combinar con el seguimiento de sus resultados en un todo coherente, de resultados sistémicos. En este marco, las normas sólo permiten explicar parcialmente las dinámicas de los actores y, por tanto, cobra importancia la coordinación entre los actores para una acción colectiva eficiente.
En ello, resulta clave resaltar que la coordinación entre actores, en tanto factor estratégico en la gestión de redes, se tiende a construir y consolidar conforme se gestan espacios concentrados de interacción recurrente entre los actores y en este sentido, por cierto que la experiencia de vida cotidiana de un mayor número de actores propicia en gran medida el surgimiento emergente y situacional de capacidades de coordinación.
Dado ello, el concentrar las zonas centro de la ciudad propicia la gestación de una construcción social de factores competitivos para la ciudad, con mayor potencial de acción colectiva, resaltando la importancia de la ciudad como espacio contenedor de redes, máxime en un escenario donde los factores de éxito de las intervenciones se encuentran cada vez menos determinados por las condiciones naturales que, a su vez, exigen para su expansión y desconcentración territorial un mayor esfuerzo de coordinación para articular nodos dispersos con eficiencia y flexibilidad.