Qué duda cabe: usando cifras, números y estadísticas, se puede confirmar, rechazar, tergiversar y distorsionar cualquier asunto. Todo, claro está, cuando se cometen errores en las investigaciones y sondeos, con deficiencias en muestreo, uso inapropiado de media, mediana y moda, manipulación de gráficos e infografías, entre otras variables.

De hecho, la ciudadanía es bombardeada a diario con porcentajes de superación de metas de un programa de gobierno y con los infaltables grados de avances en la implementación de un proyecto de infraestructura. Lo mismo con el crecimiento inexplicable de intenciones de voto a un determinado candidato en período electoral y también cuando una empresa sale a divulgar sus logros en reforestación cuando es acusada de un desastre ecológico. Elaborada y utilizada adecuadamente, la estadística informa, aclara y aporta al conocimiento de toda la sociedad. Utilizada con malicia, se convierte en una herramienta de desinformación, de engaño, orientada a hacer que alguien crea en algo que no representa la verdad.

En los últimos años, hemos visto como cifras, números y estadísticas puedan dar soporte a noticias falsas, las llamadas fake news. Las estimaciones de crecimiento y cesantía, las encuestas de percepción sobre política, economía, seguridad ciudadana padecen de riesgos que deben ser considerados. Más si la muestra de un sondeo consiste en los que acceden a una plataforma digital. En todo es siempre conveniente considerar un buen margen de error.

AQUINO