A veces no es bueno ser muy favorecido, Titono, el mítico príncipe troyano era tan hermoso que dejó hechizada a Eos, la diosa de la aurora. Con el natural deseo de tenerlo para ella sola, para siempre, como suele ocurrir en estos casos, recurrió a sus vínculos con la alta política del Olimpo, al mismísimo Zeus, el cual accedió, dado que el mismo era bastante débil a tal tipo de situaciones, por no decir siempre picado de la araña, lo malo fue que le dio la inmortalidad, literalmente, sin otros atributos.
Titono no murió, pero sí envejeció, perdiendo su encantó físico, sus facultades y el interés de Eos. Finalmente, la diosa lo encerró en una habitación donde balbucea infinitamente. Advertencia: cuidado con los regalos de los dioses.
Fuera de la leyenda en términos científicos se ha utilizado el concepto de “inmortalidad biológica“, un término que a muchos investigadores les produce una natural inquietud. Hay algunos árboles que comenzaron a crecer hace 5.000 años, en tiempos de la fundación de la verdadera ciudad de Troya, que ahora se ven maltrechos, con ramas retorcidas y nudosas, pero a nivel celular están tan jóvenes como cuando Troya fue fundada. Sus tejidos no parecen marchitarse. Se piensa que probablemente se debe a una propiedad especial de los “meristemas” de los árboles, zonas de las raíces y los tallos que alojan poblaciones de células madres que generan nuevos crecimientos.
No había para qué ir tan lejos, tenemos por estos lados abundantes ejemplares tipo Titono, convencidos de su perpetua vigencia, ya que no se trata solamente de cúmulo de años, sino de sequedad de recursos , perdidos en sus propios intereses.
PROCOPIO