En defensa de la democracia liberal

27 de Diciembre 2019 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Diario Concepción

Augusto Parra Ahumada
Presidente de la Fundación República en Marcha

El término “democracia” proviene del griego antiguo. Fue acuñado en Atenas en el siglo V antes de Cristo a partir de las palabras “demos” (pueblo, población) y “kratos” (gobierno, poder, autoridad), es decir, un gobierno del pueblo.

La democracia “es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Abraham Lincoln.

La democracia en cuanto forma de gobierno del Estado sienta las bases de la República y constituye la mejor forma de igualar y dignificar a los ciudadanos de un Estado Nación y de expresar su soberanía y voluntad, en el marco del derecho.

La democracia liberal y representativa, constituye la mejor forma de gobierno, en cuanto permite la representación de la mayoría, pero en plena observancia al derecho de las minorías, comprendidas también como parte sustantiva de la nación, es la forma de poder amalgamar la nación como un proyecto colectivo e inclusivo.

Algunas de las amenazas al sistema democrático, son las concentraciones de Poder que siempre terminan por conducir a las naciones a alguna forma de tiranía, en esa lógica, para Montesquieu. La democracia debe guardarse de dos excesos: “el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo.”

La democracia liberal se fundamenta básicamente en tres líneas: régimen con soberanía y elecciones populares bajo gobierno de mayoría con respeto a la ley y las minorías. La democracia liberal exige parlamento, división de poderes y elecciones libres, por un lado, y por otro, otras instituciones que protejan a la ciudadanía de los abusos del poder y velen por sus libertades, derechos y seguridad.

La democracia requiere de ciertas virtudes cívicas y especialmente cierta estatura moral en las instituciones democráticas, en los representantes y gobernantes, para resguardar su confianza y legitimidad, como base para no tentar a los males y amenazas tales, como el populismo, la demagogia y el caudillismo y requiere combatir con fuerza para su pleno imperio a la corrupción y todo atisbo de abuso de Poder, para Cicerón “El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes”.

La democracia debería tener, al igual que un ecosistema, capacidad de auto-regularse para sobrevivir y estar generando continuamente alternativas de detección y corrección de las anomalías o patologías (corrupción, indiferencia, manipulación…) que la erosionan y que la podrían llegar a destruir.

Todas las democracias albergan a demagogos en potencia y, de vez en cuando, alguno de ellos hace vibrar al público. Ahora bien, en algunas democracias, los líderes políticos prestan atención a las señales de advertencia y adoptan medidas para garantizar que las personas autoritarias permanezcan marginadas y alejadas de los centros de poder. Frente al auge de extremistas o demagogos, protagonizan un esfuerzo conjunto por aislarlos y derrotarlos. Y si bien la respuesta de las masas a los llamamientos de extremistas reviste importancia, más importante aún es que las élites políticas y, sobre todo, los partidos políticos actúen de filtro. Dicho sin rodeos, los partidos políticos son los guardianes de la democracia. Aquí radica la principal de las amenazas en la abdicación democrática de las propias instituciones democráticas, a las que no les ha bastado con renunciar a su rol de guardián si no que van más lejos y abdican de su esencia democrática, su ethos, su deber ser es de ahí que comienza el deterioro de la ética y la moral de nuestros representantes.

Es hora de ir en defensa de la democracia en toda su majestad, esa que no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos. Como camino para recuperar la paz, la esperanza y la fe en un futuro común en un Chile fracturado.