A la primera mirada no parece necesario referirse a determinadas circunstancias, porque se supone están a pleno conocimiento de todas las personas con mínimo uso de sus sentidos. Sin embargo, una realidad de estas, omnipresente, parece no tener suficiente reconocimiento; la fuerza e inmediatez de las comunicaciones.

Así pasa con el concepto de sociedad global, la que vive en una era en la cual el evento comunicativo ocurre, sin respeto alguno por las distancias, lenguas o culturas, en tiempo real, es decir, ahora mismo, al lado, aunque el hecho ocurra a miles de kilómetros de distancia, para no mencionar aquello que puede estar ocurriendo en nuestro propio país.

El resultado neto de esta elemental y novísima característica es que el impacto de los acontecimientos es simultáneo y el peso de esa propiedad en la generación de opiniones, o la construcción de prestigios, es de una magnitud impensable en el pasado próximo, donde pudo existir la esperanza de que algunos hechos poco felices, pasaran inadvertidos.

Esta sencilla conclusión, la de una sociedad informada, con una amplia cobertura en plazo breve, parece no haber sido realmente incorporada por quienes trabajan y viven en función de la opinión pública, que no terminan de entender están allí sólo si esta les es favorable, lo suficientemente buena como para cederles los principales controles de la dinámica nacional y delegar la tarea de tomar las mejores decisiones para el bien común.

En este mismo momento están siendo seguidos de cerca, con medio mundo pendiente de sus dichos y gestos, de su aplicación para resolver los temas sobre la mesa, se espera mucho de ellos y ellas, no es mucho pedir, se supone que para eso están.

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