Eran tiempos similares a los que ahora transcurren, sólo que ahora no se puede recurrir a la inocencia, eran los tiempos del cambio, los primeros tiempos, cuando todo parecía posible hasta que prontamente se empezaron a remplazar los sueños por dictámenes y la política optó por prestar cada vez menos oído a la realidad y más a sus particulares propósitos.
En esos tiempos, Julio Numhauser Navarro, nacido en 1940, músico, cantante y compositor, y uno de los fundadores del grupo Quilapayún, compone una canción, en el fondo romántica, pero con mensajes sobre la nueva chilenidad, la transformación de la sociedad, representada por la figura de los cambios, una última línea termina la canción, con el amor que no cambia, en contraste con todo el resto. Un par de estrofas, inolvidables con diferente connotación, según la postura de cada cual en aquellos tiempos confusos; Cambia lo superficial/ Cambia también lo profundo/ Cambia el modo de pensar/ Cambia todo en este mundo.
Seguir de cerca la trayectoria oscilante de las propuestas, que a veces parecen recoger las sugerencias de aquellos que postulan cambios para bien y otras que más bien responden a consignas no negociables por temor a pagar los costos políticos de la flexibilidad.
Vuelve a describir Julio Numhauser; Lo que cambió ayer/ Tendrá que cambiar mañana/ Así como cambio yo/ En esta tierra lejana.
Podría haberles cantado a los más convencidos, o más intransigentes, que el cambio no termina en algún punto, que nadie tiene clavada la rueda de la fortuna, que por eso mismo los cambios que se quedan son los que la mayoría auténtica quiere, no sólo aquellos que creen representarla.
PROCOPIO