Para no creerse la muerte
05 de Octubre 2019 | Publicado por: En el Tintero
Hay sugerencias muy difíciles seguir, una de ellas es estar largos años en el primer mundo y no perder de vista la realidad de nuestro lugar de origen. La otra es no perder identidad cuando se llega a posiciones de alto mando, vivir durante ese período, con la perspectiva regresar a la vida de siempre, hacerlo de tal manera que al volver todos le estén esperando y no como quien se olvidó de lo que era y ahora vuelve a buscar refugio.
Lucio Quincio Cincinato nació en una familia patricia, en el 519 aC, en tiempos de surgimiento de la República romana, cuando la monarquía sería remplazada por el gobierno de los cónsules. Por esas cosas de la vida, se tuvo que poner a trabajar en el campo para parar la olla.
Estaba en eso, cuando se enteró que el Senado romano, le otorgaba el cargo de Dictador, una medida excepcional, mediante la cual este cuerpo colegiado le daba poderes sin límites a una persona para salvar a la República, ante una amenaza mayor. En este caso, la invasión de los ecuos y los volscos, por lo cual se puso al frente de las legiones y rodeó a los enemigos, logrando vencerlos, de modo bastante expeditivo, en un par de semanas, no dejó títere con cabeza, entregó el cargo al Senado y volvió a su arado.
El numerito lo repitió un par de veces, regresando siempre a sus labores habituales. El senado de Estados Unidos, inspirado por esta actitud encomiable, bautizó con su nombre a una ciudad del estado de Ohio, Cincinnati. Es por eso que no hay demasiadas ciudades con nombre de nuestros senadores y diputados, porque cuando dejan la pega, rara vez vuelven a lo suyo y se quedan por ahí, sacrificándose por el bien de la Patria.
PROCOPIO