Se suele utilizar la expresión “por el amor al arte”, para dar a entender que tal actividad o trabajo se realiza gratuitamente, para los más escépticos y coloquiales, se puede describir como hacer la pega “por bolitas de dulce”.

En no pocos casos es realmente así, el artista, llevado por su pasión, sencillamente hace lo que esta le pide, sin pensar en que hay asuntos materiales involucrados, verdad que se hará presente más pronto que tarde y no siempre con amabilidad y dulzura.

El arte, como toda actividad humana, tiene connotaciones económicas, un libro en este sentido, editado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, al inicio de esta década, analiza este asunto con abundante provisión de datos duros, en términos prosaicos se examinan los costos involucrados y de donde salen los financiamientos. Se concluye, que como todo sector económico de valor social, hay un compromiso del Estado.

Hasta ahí vamos bien, el asunto es que el Estado tiene territorios regalones, no precisamente en regiones y hay que estar continuamente recordando que hay gente también en otras partes, además de la capital de la República. También es necesario aumentar los aportes, de reconsiderar la importancia del arte y los artistas, y la preservación de la cultura, todos los términos líricos aplicables, más un gesto hacia el aporte necesario del mundo privado y de todos nosotros.

Neruda solía describirse como un poeta, pero no tanto, a la hora del aterrizaje forzoso en la realidad cotidiana de la materia. El arte como producto no tiene precio, pero los artistas tienen que vivir y esa vida también cuesta, a menos que sean inmateriales y está visto que no es así.

 

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