
Augusto Parra Ahumada
Fundación República en Marcha
Chile ha superado al subdesarrollo, a las economías emergentes incluso a los países sujetos de apoyo financiero internacional y transita hacia el desarrollo a lo menos desde la perspectiva del PIB, se ha empinado en los distintos indicadores por sobre la media Latinoamericana y ha mostrado eficiencia en la reducción de la pobreza incluso sobre la media mundial, en el ciclo virtuoso 90 – 2015, fruto de la estabilidad Política que dio paso a grandes consensos, la apertura internacional y un manejo financiero responsable.
Sin embargo en plena revolución científica y tecnológica el año 2019 hemos caído 7 puntos en el ranking mundial de competitividad (FEM) y tres en el de innovación también del Foro Económico Mundial y las proyecciones de superación de la pobreza en los ODS del pacto global que proyectaban O% para Chile el 2030 en la proporción de personas que viven con menos de 1,9 dólares al día hoy se sitúa en un 3,6% proyectado al mismo año, no logrando la meta propuesta.
Enfrentamos una disyuntiva compleja en que no hemos procesado el cambio de paradigmas que aportan la revolución científica y tecnológica, la emergencia climática, el agotamiento de una matriz extractivista y un clima social convulso marcado por las desconfianzas interpersonales e institucionales con un consecuente deterioro de la cohesión social y el diálogo democrático, dificultando cada vez más los acuerdos.
Es innegable el éxito de un modelo fundado en la democracia liberal y la economía de libre mercado, pero resulta también innegable que si no lo acompañamos de una estrategia que intenciones un desarrollo más inclusivo, integral y sostenible capaz de abordar los nuevos paradigmas la quimera del desarrollo ira alejándose en el horizonte.
Esta estrategia de desarrollo que intencione y direccione el modelo de sociedad que queremos construir debe ser a partir de un pacto social o acuerdo amplio, que repose sobre a lo menos 6 pilares:
1) Una revolución ética que devuelva credibilidad, dignidad y prestancia a la acción pública y una profunda modernización del aparato del Estado orientando su acción a objetivos medibles, pasando de la intuición a la precisión, con control social eficiente y eliminando todo atisbo de abuso.
2) Una descentralización efectiva que asegure una provisión de bienes públicos que no distinga ciudadanos de distinta naturaleza, que reduzca las desigualdades arbitrarias y promueva el desarrollo inteligente de los territorios.
3) Una Democracia inteligente que represente a las mayorías sin descuidar el derecho de las minorías y que procese decisiones legítimas, válidas y representativas haciendo uso de las nuevas tecnologías, que combata al populismo y facilite alcanzar grandes acuerdos; 4) Promover un desarrollo sostenible a partir de los ODS del pacto global como piso, en abordando la emergencia climática a partir de la innovación y la incorporación de las economías del conocimiento, de base tecnológica, verdes, circulares y naranjas orientadas al pleno respeto de los derechos humanos, con uso racional de los recursos naturales, que promueva el impulso civilizatorio de la democracia y la cooperación.
5) Avanzar en la diversificación e incorporación de valor de la matriz productiva, con bases de innovación científica y tecnológica; 6) Establecer mecanismos adecuados para procesar los conflictos sociales y ambientales de la mano de institucionalidades más modernas que aseguren reglas claras para la inversión y que eviten cualquier abuso o deterioro en la calidad de vida de las personas a partir de las iniciativas de inversión; El combate a la pobreza los factores de vulnerabilidad determinantes de la pobreza multidimensional y reducción de las desigualdades.
Estos puntos muy entre otros que pueden entregar mayor precisión, constituyen las bases quizá para comenzar a pensar en un pacto social o gran acuerdo que haga viable pensar un futuro común con un país que haga una transición efectiva hacia un desarrollo humano, integral inclusivo y sostenible.