Con mayor o menor dificultad regresaremos los chilenos a nuestras diarias rutinas después de cumplidas las sacralidades correspondientes al aniversario patrio, en el entendido que para la gran mayoría esos días fueron algo más que un nuevo grupo de días festivos, aptos para suspender temporalmente el trabajo.

Cual más, cual menos, habrá tenido una oportunidad para mirar el pabellón patrio y dedicar un pensamiento al hecho de ser chileno, tener un país que es nuestro, la patria de nuestros padres, desde los primeros, los que se la ganaron pagando con sus vidas.

Una mirada al Chile profundo puede poner las cosas en su debida perspectiva, esos cientos de pueblos repartidos por todo este elongado territorio, con una escuela, un retén de carabineros, una municipalidad y su correspondiente junta de vecinos, una posta, una compañía de bomberos, que organizan un encuentro de todas sus fuerzas vivas en un único y participativo acto republicano.

En cada uno esos numerosos pueblos, hubo un discurso alusivo, izamiento solemne de la bandera al compás del himno nacional, presentación de grupos folclóricos, desfile de los escolares. Esa es la reserva de chilenos, los muchos ausentes en los titulares e invisibles para la televisión, a quienes sólo les interesa acercarse a sus sueños y los de sus familias, sin esperar que se los regalen, pero sin tolerar que se los arrebaten.

A todos nos corresponde seguir haciendo este país, del único modo posible; el del trabajo honrado y del mejor esfuerzo. Una valiosa reflexión en consecuencia, sería tener orgullo en lo que hacemos y hacerlo un poco mejor cada vez, sería un buen aporte a nuestro próximo 18 de septiembre.

PROCOPIO