En lo que parece ser un cuento de ficción, el explorador español Juan Ponce de León oyó hablar sobre la fuente de la juventud a los nativos de Puerto Rico, cuando conquistó la isla. Para compensar lo limitado de riquezas que estaba ese territorio, decidió salir a buscarla, no la encontró, pero, esto sí es verdad, buscando oro, la única cosa que solía importar, descubrió el actual estado de Florida, que según pudo saberse más tarde, como premio de consuelo no estaba nada de mal.
La búsqueda de la eterna juventud, o por lo menos la de su permanencia por muchas décadas, tiene un particular atractivo actual, cuando ser joven es lo mejor que hay y ser viejo lo peor posible. Las prometedoras, pero lamentablemente incipientes noticias, es que por primera vez, un estudio clínico mostró el primer indicio de la posibilidad de hacer andar para atrás el reloj biológico, en una publicación de la muy creíble revista científica Nature.
La investigación se hizo con una muestra de nueve hombres de entre 51 y 65 años en buen estado de salud, que tomaron una serie de medicamentos comunes; una hormona de crecimiento y dos fármacos contra la diabetes. Después de un año, sus respectivas edades biológicas habían rejuvenecido dos años y medio.
El resto es el consabido anticlímax; que la muestra era pequeña, que no se usó un grupo control, que alguna de las drogas podían tener efectos indeseables, en fin, lo de siempre, sugerir otros y más significativos estudios, para gloria efímera de investigadores nutriendo sus currículos. Mientras tanto, hay que recordar que mucho de la juventud está en la actitud ante la vida y sus desafíos, ya que se ha sabido de jóvenes viejísimos.
PROCOPIO