Este mundo sería otra cosa, al borde del hastío, si no fuera por la existencia de personas cuya mente funciona con otras y llamativas frecuencias de onda, cerebros que piensan de modo diferente al del resto de los convencionales mortales, atrapados por las urgencias materiales que les impide salirse de sus casillas. Como escribe Nikos Kazantzakis, en Zorba, el griego; el hombre necesita un poco de locura.
Entre este indispensable colectivo se encuentran científicos atípicos, mirados con cierta distancia por sus más estructurados colegas, por el hecho de proponer teorías de difícil digestión. Así ocurre con los que conversan con sus plantas, entre ellos el mismísimo príncipe Carlos de Inglaterra, experto en la materia. Muchos otros aseguran que hablarles cariñosamente, o con el debido respeto y afabilidad y compartir con ellas música clásica, las hace crecer más y mejor.
Sin embargo, no hay pruebas de que las plantas tengan neuronas. La investigadora Mónica Gagliano, de la Universidad de Sydney , afirma a través de sus estudios y en numerosas publicaciones al efecto, que puede comunicarse con ellas, algo de lo que otros científicos desconfían por falta de evidencia. “No obstante, puede que las capacidades de las plantas sean las más sorprendentes, tan solo porque solemos verlas como mera decoración. Las plantas pueden hacer muchas cosas que nosotros no podemos. Los árboles pueden prestarse mutua ayuda, el maíz puede llamar a las avispas para atacar a las orugas”, son algunas de sus sorprendentes propuestas.
Se recomienda un lenguaje cuidadoso en presencia de petunias y mantener relaciones cordiales con los representantes de este aparentemente silencioso mundo vegetal.
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