En una época en que comienzan a repetirse con demasiada frecuencia las noticias de líderes mundiales ofreciendo levantar muros, disolviendo acuerdos y parlamentos, poniendo los pies sobre la mesa, riéndose por tuit de otros líderes, declarando guerras comerciales o tomando… ¿En qué momento los destinos de la humanidad comenzaron a tomarse tan a la ligera? ¿Qué nos llevó a elegir para el trabajo de “grandes” a personajes que actúan como niños taimados e irresponsables?
Paradojalmente, tuvo que llegar una niña sueca de 15 años a poner un poco de madurez. Con un mensaje tan claro como apremiante, Greta Thunberg fue la responsable de tal vez la intervención más memorable de la Convención COP 24 sobre el cambio climático desarrollado en Polonia en diciembre de 2018; “Ustedes solo hablan del crecimiento económico verde y eterno, porque tienen demasiado miedo de no ser populares. Solo hablan sobre seguir adelante con las mismas malas ideas que nos metieron en este desastre, incluso cuando lo único sensato que pueden hacer es poner el freno de emergencia. No son lo suficientemente maduros para decir las cosas como son. Incluso esa carga nos la dejan a nosotros los niños. Pero a mí no me importa ser popular. Me preocupo por la justicia climática y por el planeta (…) Nos hemos quedado sin excusas y nos estamos quedando sin tiempo. Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio está llegando, les guste o no. El verdadero poder pertenece a la gente”.
En tiempos en que adultos y gobernantes se sumergen felices en la evasión y autoindulgencia, el testimonio de Greta nos impacta y conmueve casi tanto como la carga que ha decidido levantar sobre sus hombros, plena de conciencia y de sentido.
Pigmalión