Se confirman científicamente las peores sospechas del género masculino, que por largo tiempo han logrado fabricarse una imagen de superioridad, basada en el cultivo del aparentemente gentil denominativo de sexo débil, para referirse a su contraparte femenina.
El hombre primitivo tuvo un gesto realmente lúcido, hace decenas de miles de años, intuyó que la mujer tenía las cosas mucho más claras que él y procedió a darle un terrible golpe para convencerla que si no era más astuto, era por lo menos más bruto, técnica que algunos desavisados pretenden seguir utilizando al día de hoy.
Pero, para la mayoría de los hombres, es evidente que ellas tienen competencias envidiables en cuanto a la apreciación rapidísima de la realidad, sentido práctico y una capacidad adivinatoria, o de intuición, que puede resultar alarmante.
Hace tiempo que la investigación viene dando señales que permiten explicar porque las cosas son así. Un estudio realizado por la Universidad Nacional de Investigación de la Escuela Superior de Economía, en Moscú, ha arrojado más luz sobre este asunto, concluyendo que el cerebro de los hombres necesita más tiempo y esfuerzo para cambiar de tarea que el de las mujeres, por eso los hombres no pueden hacer fácilmente dos cosas al mismo tiempo, pero las mujeres sí.
Se agrega esta información a otras en parecido sentido, observando que las mujeres conectan varios sectores del cerebro para procesar información, en claro contraste con el pensamiento más bien lineal y predecible de la mayoría de los hombres. Está por saberse si es esta capacidad una ventaja u otra parte de la diferencia, en cualquier caso, la RAE ya cambió aquello de sexo débil.
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