En brevísima biografía; Alonso de Ovalle fue hijo de Francisco Rodríguez del Manzano y Ovalle, y de María Pastene y Lantadilla, dueños de la Hacienda de Peñalolén, de tierras en Pangue y de la Hacienda de Taguatagua, nació en 1603. Se supone que nunca le faltó nada,  estudió Teología y fue ordenado  sacerdote jesuita después de 11 años de estudios.

Viajó a Roma como procurador de la Viceprovincia jesuita de Chile, donde publica su “Histórica relación del Reyno de Chile” en el año 1646  describiendo  el clima y paisajes criollos. Fue la primera crónica de Chile realizada por un chileno. Enamorado de su país, lo hace, en su propia explicación, porque “habiéndome venido del reino de Chile y hallando estos de Europa con tan poco conocimiento de él, que en muchas partes aún ni sabían su nombre, me vi obligado a satisfacer el deseo que me instaron diese a  conocer lo que tan digno era de saberse”.

Un sentimiento que los chilenos experimentamos todavía ahora, más de una vez. Así, describió de manera minuciosa los distintos aspectos del país con  numerosas ilustraciones. Se convirtió en la primera obra histórica y descriptiva de Chile en el Viejo Continente, siendo traducida al italiano al año siguiente. La obra tiene una galería de gobernadores, otra de lugares geográficos y un mapa de Chile, considerado uno de los más antiguos del país, muestra los límites del reino con la parte correspondiente al sur drásticamente acortada. El Estrecho de Magallanes se dibuja con mayor detalle. Todo muy bien, pero eso del sur encogido tuvo un cierto efecto predictivo digno de tener en cuenta, ya que en el Chile de hoy el centro parece ser mucho más grande de lo que es.

 

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