De crisis y democracia

24 de Julio 2019 | Publicado por: Diario Concepción
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Los profesionales de la política proclaman ante este escenario que la democracia está en peligro, cuando en realidad son ellos y sus cargos vitalicios los que están en riesgo.

Andrés Cruz Carrasco
Presidente de Corbiobío
Abogado, magíster en Filosofía Moral

Las múltiples investigaciones penales y las redes sociales saturadas de denuncias por actos de corrupción dan cuenta que el servicio público ha llegado a confundirse por muchos como un servicio para los intereses privados. Esta errática conducta moral se manifiesta en conjunto con la incapacidad técnica para abordar una serie de problemas de políticas públicas.

La situación se recrudece si consideramos que la actividad política se asume como un monopolio de clase cuyos miembros parecen querer ejercerla, salvo raras excepciones, de por vida. El mito de la democracia representativa que no es más que un orden representativo. Ante esto fulguran movimientos, en cuya génesis encontramos a los mismos herederos de los que ejercen el poder, pero que no han querido renovarse. Hay quienes reclaman la horizontalidad de las decisiones, sin líderes, sino que sólo con voceros que canalizan un discurso que se supone representa a los colectivos y bases, pero que terminan siendo igual de excluyentes y totalitarios.

Los profesionales de la política proclaman ante este escenario que la democracia está en peligro, cuando en realidad son ellos y sus cargos vitalicios los que están en riesgo.

La crisis política contemporánea constituye un nuevo episodio del contraste entre democracia real y la aparente. Los ciudadanos intentan reapropiarse de sus derechos cívicos produciéndose una brecha entre quienes concentran el poder y quienes tienen que padecer las consecuencias de las decisiones adoptadas por quienes carecen de la formación y experiencia respecto de lo que ocurre diariamente a cualquier persona ajena a la elite.

Sin embargo, esta ciudadanía ha demostrado ser incapaz de articular un proyecto global a largo plazo, denotando simplemente una indignación pasajera que a lo más se manifiesta en la más inútil de las reacciones contra un poder constituido e institucionalizado: la abstención, el miserable silencio de los apáticos o un furibundo mensaje anónimo en las redes sociales.

Aun así, el combate por la democracia real no es en vano. El sufragio universal, según el filósofo Jacques Rancière: “resulta ser una concesión arrebatada a un tipo de gobierno originalmente construido por las elites de fortuna y más cultivadas contra la idea misma de democracia, teniendo como equivalente el gobierno de los mejores y la defensa del orden de la propiedad.

Es una forma mixta, nacida de la oligarquía, forzada a desviarse por la lucha por la democracia y perpetuamente reconquistada por esta oligarquía que propone los candidatos y a veces ciertas decisiones a la elección del cuerpo electoral”.