Ya hay algunos comentarios cáusticos por la idolatría de algunas personas hacia sus mascotas, y otros a los fundamentalistas de los derechos de los animales, por muy acertados que estos estén al hacer visible el reiterado abuso de nuestra especie sobre las otras, que han tenido de esa manera su propia maldición bíblica.
Recientemente, ha llegado a la palestra otra cofradía, la de los aficionados al mundo vegetal, no los que se dedican a trabajar en chacras, sino científicos que postulan que las plantas están vivas y con su particular forma de inteligencia, que se cuidan a sí mismas y a las otras, que tienen formas de comunicación.
El libro estelar, según el New York Times, es el escrito por Stefano Mancuso, director de Neurobiología Vegetal de la Universidad de Florencia, “El futuro es vegetal”, quien expresa dos principios; “La nación de la plantas no reconoce la jerarquía animal, fundada en centros de mando y funciones específicas, y promueve las democracias vegetales difusas y descentralizadas” y “La Nación de las Plantas reconoce y garantiza la práctica de la ayuda recíproca y el apoyo mutuo entre las comunidades naturales de seres vivos”.
Mancuso empezó de chico, construyó un recipiente de cristal para estudiar cómo reaccionan las raíces ante la presencia de un obstáculo. Lo lógico era que la raíz al crecer chocara contra el vidrio y se desviara ante el obstáculo, pero él observó que, en realidad, algunos centímetros antes del contacto, la raíz ya comenzaba a desviarse, para rodear el problema, sin llegar a rozarlo.
Ese fue su eureka, otros han aportado reacciones a música, a ruidos, amenazas, hay para rato. Tal parece que, en esto de pensar, estamos más acompañados de lo que parece.
PROCOPIO