El 29 de mayo de 1994, hace 25 años, falleció en nuestro país Erich Honecker quién se convirtió en un espectro político al que le costó mucho encontrar un lugar donde refugiarse desde el mismo momento en que perdió el poder en la República Democrática Alemana (RDA), el 18 de octubre de 1989, y se inició su calvario. Entre los dirigentes de los países comunistas que desaparecieron de la primera fila de la escena política mundial al finalizar la Guerra Fría, su caso destaca por la proyección internacional que alcanzó su periplo desde este año hasta su fallecimiento. Fue un largo período de 38 meses de un accidentado éxodo familiar en los que estuvo refugiado en hospitales, una Iglesia en Alemania, en la Embajada de Chile en Moscú, o bajo detención, hasta que finalmente pudo viajar a Chile a mediados de enero de 1993. En nuestro país vivió de manera muy reservada durante más de 16 meses en un condominio de la comuna de La Reina, en Santiago, hasta su muerte a consecuencia de un cáncer.
Por ese entonces años Chile iniciaba su proceso de transición a la democracia bajo el gobierno de Patricio Aylwin y la Concertación de Partidos por la Democracia, alianza de gobierno en cuyas filas hubo personeros que vivieron su exilio en la RDA, incluso algunos fueron parte del gabinete presidencial, esto agregó una cuota de mayor complejidad y compromiso con la situación del ex líder germanooriental.
Las razones que entonces se esgrimieron para otorgarle refugio y protección a Honecker fueron de índole humanitaria relacionadas con su estado de salud, la reunificación familiar ya que una de sus hijas vivía en Chile, y por la “deuda de gratitud” que un sector de la izquierda chilena –especialmente el Partido Socialista y el Partido Comunista- sentía con quién los había recibido y ayudado en épocas de persecución y exilio post 1973. Estos conglomerados políticos se comprometieron para que Chile le otorgara asilo al ex dictador de la RDA y consideraron que era la forma más adecuada para resolver y salvaguardar los principios de la tradición chilena al respecto. Evidenciaron así el sello emocional no racionalizable que operó en este caso y el significado que tenía internamente para un sector de la izquierda nacional la memoria política reciente. La Nibelungentreue se desplegó en toda su intensidad flexibilizando el juicio político sobre Honecker y separándolo, además, del régimen de Partido-Estado que encabezó entre 1971 y 1989.
En esta tesitura hubo también una línea argumental de índole sistémica internacional. El ex líder alemán estaba asilado en la Unión Soviética, Estado que dejó de serlo y tenía orden de expulsión de otro que no existía cuando él llego al territorio soviético: la Federación Rusa. Por tanto, su status jurídico corría un riesgo evidente.
Como se observa la existencia de una serie de elementos endógenos y exógenos se conjugaron, incidieron y se mezclaron intensamente en un momento determinado de la Historia nacional e internacional y constituyen pautas explicativas que permiten comprender uno de los últimos capítulos de la Guerra Fría que aún no se cierra completamente ya que las cenizas de Erich Honecker aún permanecen en Chile.
Cristián Medina Valverde
Fondecyt N° 1170184
Instituto de Historia
Facultad de Derecho y Gobierno
Universidad San Sebastián