Opinión

Paseo de dos años de la Mona lisa

Por: Procopio 19 de Abril 2019

Está protegida por un marco grueso, vidrio anti-todo, en un cuadro pintado sobre madera de 77×55 cm, con climatización independiente. Para amenizar, no demasiada luz, que a raudales les hace pésimo a pinturas de todo tipo, pero sobre todo a las antiguas. La pintura es de 1503, cuando Leonardo tenía poco más de cincuenta años, así está, con su sonrisa insondable, la Mona Lisa.

No fue así todo el tiempo. El Museo del Louvre, como en todas partes, han tenido que aprender a fuerza de sustos. En 1911 se la robaron, el ladrón, más bien improvisado, fue Vincenzo Peruggia, un carpintero del Louvre, que aprovechando el cierre de los lunes, se la llevó, tan campante, debajo de su delantal de trabajo. Nadie sospechó del buen Vincenzo, siempre tan buen muchacho. Se supone que lo hizo por idealismo, para devolver a Italia lo que era italiano, el encargado de convencerlo de ese deber patriótico fue un traficante de arte, cuyo plan consistía en vender seis falsificaciones casi perfectas a otros tantos magnates de esos que nunca faltan.

Las pinturas las tenía listas de antemano, así que era cosa de esperar que el escándalo tocara el ventilador para salir a venderlas, en secretas negociaciones con bastante éxito, cada comprador de especie robada, con la ambición o las ganas más fuertes que la decencia. El emprendedor se juntó con algo así como 60 millones de dólares. La Mona Lisa auténtica fue recuperada en Florencia dos años más tarde. Los pobres millonarios -con sus Giocondas más falsas que billete de tres mil pesos- no tuvieron otra alternativa que aceptar la puñalada a sus portamonedas con secreta indignación y su resto de vergüenza.

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