Segunda División se comprometió hace dos años, con otra directiva, a rebajar su límite de edad de manera gradual. Hoy, un centenar de jugadores podrían quedar sin trabajo. La serie quedaría habilitada sólo para inscribir menores de 23 años.
Me gusta la regla del Sub 20 o Sub 21 obligado en Primera. Me gusta porque, de no existir, casi ningún técnico se atrevería a probar, a creer en algo que a corto plazo no te asegura sumar. No me gusta que se obligue a algo, en ningún ámbito, pero no queda otra. Supongo. Pero lo único peor que obligar es impedir.
En Segunda División, hay muchos jugadores que no saben qué será de su futuro. A poco de que sus hijos entren a clases, justo cuando están eligiendo el uniforme y la mochila de este año. En el peor momento. Y la duda se alarga otra semana, total, el futbolista nunca ha sido persona. “Ni siquiera estudiaron y ganan más que un profesional”, decía mi abuela. Bueno, el futbolista de Segunda no gana lo que Alexis, eso seguro. Se habla de un centenar de potenciales cesantes y, ojo, no todos son “viejos” o quemando sus últimos cartuchos. Bajar la vara desde categoría Sub 25 a una para menores de 23 hará que muchos jóvenes tengan que retirarse tempranamente de la actividad. Usted dirá que quizás no eran tan buenos, pero digamos las cosas como son: hoy por hoy, no siempre llegan arriba los mejores. Ni en esta pega ni en la suya.
Y los viejos también tienen su atractivo. Arturo Sanhueza puede hacer que varios hinchas vialinos vuelvan al estadio, Humberto Suazo logró que mucha gente fuera a los partidos de San Antonio sólo para verlo a él, al histórico. Ganaron prensa. Y cuando andaban mal, salían del equipo y punto. Si al final, con o sin regla, el que anda mal sale, porque si no el primero que pierde es el entrenador. Ese tiene que sumar todos los domingos. Y a los jóvenes les gusta escuchar lo que dice Sanhueza, el delantero aprende a moverse viendo a Suazo. Ya veremos que tanto aportan, pero al menos déjenos verlos. En cancha decidamos quién sirve.