Opinión

Aristóteles

Por: Diario Concepción 30 de Enero 2019
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, magíster Filosofía Moral

Biólogo, psicólogo, politólogo y muchas cosas más. Estudió todo lo que estuvo a su alcance y fue más allá de las meras abstracciones para constatar el mundo tal cuál era en su tiempo. Nació el año 384 antes de Cristo en la ciudad de Estagira y es bien poco lo que se sabe de él. Su padre se dice que era un médico llamado Nicómaco y siendo muy joven entró a la Academia de Platón, que fue su maestro. Fue conocido por el nombre de Aristóteles, considerado un extranjero en Atenas. Sobre Platón dirá: “Me gusta Platón, pero más aún me gusta la verdad”. Fue preceptor del hijo del rey de Macedonia, Filipo II, llamado Alejandro. De este proceso de enseñanza no queda ningún comentario. A los 50 años, el filósofo retorna a Atenas y crea el “Liceo”, dónde continúa con sus investigaciones en los más diversos campos y ejerce la docencia. Luego de la muerte de Alejandro y por ser considerado un amigo de los macedonios, vuelve a tornarse el extranjero, iniciándose una persecución en su contra por corromper a la juventud, el mismo cargo que se le imputó a Sócrates, pero a los 61 años no estuvo dispuesto a enfrentar un juicio arreglado que seguramente terminaría con una condena a muerte. Huye entonces a Calcis, una isla de Eubea y muere un año después.

Este filósofo, a diferencia del idealismo de Platón, se esforzó por construir una perspectiva realista del ser humano y de la sociedad, para no caer en ningún fundamentalismo fanático que se ha comprobado históricamente tienden a ser usados para favorecer a los nacionalismos o etnias de moda en algún lugar, pretendiendo que los miembros de uno u otro grupo, según sea el caso, sean elevados como representativos de los ideales más sublimes, enzarzando personajes tan humanos como cualquier otro, de aptitudes y valores que resultan ser de dudosa verificación empírica. Para este sabio, la verdad es cuestión de objetivo conocimiento y la moral es un asunto de subjetiva experiencia. Al ser humano lo que le interesa es ser feliz, lo que sólo es posible cuando equilibramos en un justo medio los sentimientos y la razón. Sin abstracciones obtusas que nos hagan creernos superiores por pensar o pertenecer a tal o cuál enjambre de sujetos. Sin someterse al prejuicio de ver al otro que es considerado distinto siempre a un enemigo al que hay que destruir, no obstante que estamos obligados a convivir con él. De este modo, lo que debemos desarrollar son las virtudes, que al ser prácticas deben ser vividas y sólo la experiencia nos irá enseñando a forjar una jerarquía que nos conduzca a ser ciudadanos políticamente útiles para la comunidad y para poder optar siquiera a alcanzar nuestra felicidad.

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