Opinión

Aquellos que tienen la cara de madera

Por: Procopio 30 de Enero 2019

Nuestra cara tiene, apenas debajo de la piel, una máscara compleja de músculos, cuyas diversas direcciones de funcionamiento permiten una variación casi infinita de gestos, de indesmentibles a sutilísimos, en eso nuestra dotación es mayor que la de cualquier otro animal, 22 músculos a cada lado, para ser más precisos. No es de extrañar que con ese repertorio, los científicos hayan contabilizado más de 4.000 expresiones faciales.

Todos los gestos normales tienen un significado, es difícil poner una cara que no tenga uno, salvo la propuesta por el psicólogo Paul Ekman, quien describe una expresión que no significa nada: levantar las cejas, cerrar los ojos e hinchar las mejillas. Hay veces que la ciencia se parece mucho a la chacota.

Las expresiones más importantes, las más básicas, son mucho menos numerosas. El famoso actor David Garrick, podía, casi sin transición, expresar con la cara, nueve sentimientos: alegría, tranquilidad, sorpresa, asombro, tristeza, desilusión, miedo, horror, desesperación y de regreso a la alegría. Habilidad utilísima en la exagerada gestualidad de las películas del cine mudo.

En el mundo de las altas esferas, las expresiones adquieren un significado más profundo, ya que serán registradas al detalle, promoviendo los más sesudos análisis de los intérpretes, un mal gesto en un momento inoportuno puede hacer caer la bolsa, o desatar el pánico.

Eso está bien, lo que resulta irritante es que se llegue a tal dominio que frente a las circunstancias más evidentes, de culpabilidad y falta, se logre mantener una cara de desconcertante inmovilidad, como si en vez de piel hubiera una corteza arbórea.

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