Basta con abrir los diarios, estamos en tiempos de negociación, es un decir, están más bien los incumbentes, por obsoleto que sea el adjetivo. La denominada clase política se organiza para enfrentar en mejor forma este escenario, hasta cierto punto familiar, de elecciones, jefaturas de partido, de alianzas, de gobernadores sin saber claramente para qué. Hay mucho para que los medios ocupen espacios y páginas, los proverbiales ríos de tinta, informando sobre los últimos desarrollos.
El punto es el tipo de información que anda por allí, relacionada con los intereses de partidos y candidatos, de subidas y bajadas de personajes de un escenario en permanente y, a veces, sorpresivo cambio. Todo ello con el propósito de mejorar sus opciones de ser elegidos, mediante adecuada ingeniería de correlación de fuerzas y muy poco para mejor responder a las necesidades de las personas a las cuales se supone en algún momento solicitarán su sufragio para ejercer la así llamada democracia representativa.
Si tenemos buenos candidatos, sin importar la bandera que les cobija, estos no deben olvidar la Región, las personas que representan, a la silenciosa decencia de la mayoría de los hombres y mujeres de bien que espera de sus dirigentes un compromiso claro con el bien común, más que con sus propios y no siempre transparentes intereses.
La clase política tiene entre sus miembros suficientes elementos inteligentes y sensibles para emprender la tarea de mejorar la imagen que de ellos tiene el colectivo ciudadano y defender a la Región a brazo partido.
PROCOPIO