Opinión

Los problemas de no saber esperar

Por: Procopio 22 de Diciembre 2018

En el primer libro del Tanaj, la biblia hebrea -conocida por los cristianos como el Antiguo Testamento-, se describe ordenadamente la creación, en un plazo acotado, relata: “y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo”.

Salvo esa obra de inspiración divina, las otras obras, las del hombre, suelen tener plazos más amplios, dependiendo de la envergadura del emprendimiento, de las dificultades para darle término, un concepto que está en el subconsciente colectivo con tanta fuerza como lógica, de tal manera que nadie en su sano juicio podría esperar que las tareas se cumplan en plazos caprichosos, por urgentes que sean las necesidades, sin evaluar las demandas de su cumplimiento.

Puede pasar lo mismo con los cambios de gobierno, existe la posibilidad que se olvide el sano principio de la aceptación de la realidad y por motivos de dividendo político, o por mero voluntarismo, se exija velocidades imposibles. Ya se ha lanzado el guante; los tiempos mejores, ya hemos tenido otros eslóganes, de tanta inspiración como dificultad de cumplimiento, es decir, todo ya, ahora mismo y a plena satisfacción de todos. Signo claro de madurez faltante, el comportamiento infantil de quien sueña que la realidad se puede cambiar con sólo desearlo y que es suficiente declararlo con suficiente vehemencia.

Es duro aprender que la realidad se cambia paulatinamente y con esfuerzo, siempre y cuando los astros se encuentren debidamente alineados y el diablo, siempre excelente voluntario, deje de meter la cola.

PROCOPIO

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