Opinión

El desafío de vivir más y mejor

Por: Diario Concepción 28 de Septiembre 2018
Fotografía: Cedida

Fernando Quiroga Dubournais
Vicerrector Sede Concepción
Universidad San Sebastián

Los avances en medicina, el Plan Nacional de Inmunizaciones, el acceso a agua potable y las mejoras en la alimentación de la población son algunos de los factores que han influido en el notable aumento de la esperanza de vida de los chilenos. Si en los años 50 la esperanza de vida al nacer bordeaba los 54 años, hoy supera las ocho décadas. Un progreso que ha situado a Chile entre los países líderes en este indicador.

Si bien debemos sentirnos orgullosos del camino recorrido, el mismo logro nos impone nuevos desafíos que es necesario abordar con urgencia. Nuestro país debe prepararse para acoger a una población que envejece y que requiere servicios y espacios de desarrollo.

Por un lado, debemos enfrentar los serios problemas en las pensiones; no es justo ni ético que nuestros adultos mayores tengan ingresos que ni siquiera cubren sus necesidades básicas. Más allá de la reforma que se debe hacer al sistema previsional, hay que reflexionar sobre la conveniencia de abrir espacios en el mercado laboral para aquellas personas que puedan y quieran seguir trabajando. Hoy, muchos adultos que bordean los 70 años de edad se sienten capacitados para continuar en el mercado laboral. Lo aconsejable es que el medio les ofrezca espacios donde sean una real contribución y se sientan plenos, reconocidos y dignificados.

Asimismo, debemos mejorar la cobertura en salud, que ponga énfasis en la prevención de enfermedades, lo que permitirá que los chilenos no solo vivamos más años sino que estos años sean de mejor calidad. En este aspecto, a los profesionales del área de la salud tienen el desafío de aplicar un enfoque biopsicosocial que considere el entorno, la salud física y mental de los adultos mayores.

Sin embargo, no basta con mejorar las atenciones en salud y tener más especialistas en el área, necesitamos que toda la sociedad en su conjunto adquiera habilidades para relacionarse con una población en que las personas de la tercera y cuarta edad serán, proporcionalmente, cada vez más relevantes. Debemos preocuparnos de fomentar su autocuidado, estar preparados para pesquisar patologías de salud mental, además de acompañar, validar y empoderar a seres humanos que sienten que su momento de protagonismo ya pasó. Todo aquello se debe hacer practicando la empatía, el respeto y con una mirada de inclusión. Nuestros viejos merecen mucho más que caridad, merecen vivir dignamente, con bienestar y plenitud sus últimos años.

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