Opinión

Fenómeno actual de vieja historia

Por: Procopio 28 de Agosto 2018

Abu Ali Hussein Abdallah Ibn Siná, nacido en Persia el año 980, más conocido como Avicena, que de no ser por este último apelativo hubiera sido preferible olvidarlo, ante las complejidades respiratorias de llamarlo por su nombre completo. Desde joven dio señales tempranas que no era del común de los mortales, a los diez años de edad recitaba el Corán de memoria y fue médico de la corte a los 18, ya había aprendido de sus maestros toda la medicina que había, que por esos lados no era poca.

Sin embargo, lo que entusiasmaba más a nuestro héroe era tener acceso a la biblioteca real, un sueño para un cerebro de curiosidad insaciable. Era, además, un viajero infatigable, dedicando su vida a cuidar a sus semejantes, lo que no le impidió, o a lo mejor, no era otra cosa que más de lo mismo, dedicarse con asombroso entusiasmo a la buena vida, mujeres y vino, no está claro en qué orden, comportamiento al cual se alude como explicación a su muerte relativamente temprana a los 58 años.

Escribió mucho y descuidadamente, como si fueran borradores, comentan los envidiosos de siempre, de todo; medicina, con su obra magna Cannon de Medicina, filosofía y temas varios: elección de residencia, sobre el agua, clima, baños, el sueño y las emociones, las estaciones del año y el valor terapéutico de la música y más. Fue el primero en sugerir a la tuberculosis pulmonar como una enfermedad contagiosa.

En consecuencia con su claridad de conceptos, avizoró una necesidad social emergente y dedica, para encaminarla, un generoso capítulo al cuidado de los ancianos, perdón, a personas de la tercera edad, por lo que es considerado el padre de la Geriatría, dato suficiente como para hacerle un monumento, ya que hasta ahora hay quienes no se dan cuenta que la gente envejece.

PROCOPIO

Etiquetas