Opinión

Lecciones útiles para plañideros

Por: Procopio 25 de Agosto 2018

La ambición rompe el saco, pero antes de romperlo, rompe con todo, con la voluntad, con la decencia y hasta con la compasión, nunca satisfecha siempre ansiosa, en  la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo, hay abundantes detalles de esa hambre perpetua, en este caso la de los conquistadores para los cuales el oro que ya habían obtenido no era nunca suficiente, así  que decidieron, para saber dónde había más, someter a tortura al  último gran Tlatoani -el título en náhuatl para los gobernantes- Cuauhtémoc y al señor de Tlacopan, Tetlepanquetzaltzin, quienes no tenían otra culpa que tener nombres casi impronunciables.

Tendidos ambos y atados en una mesa de piedra, les empaparon los pies en aceite, procediendo a encendérselos. El comportamiento de ambos, sometidos a ese espantoso tormento, fue diferente, el señor local gritaba y se retorcía, mientras el gobernante, con los puños y dientes  apretados, no daba otras muestras de su enorme sufrimiento. Cuando el señor de Tlacopan pidió permiso a Cuauhtémoc para hablar y confesar,  éste  le miró con desprecio preguntándole ¿Acaso estoy yo en un lecho de rosas?

Es altamente improbable que algún reportero peninsular, con objetividad digna de estruendoso aplauso haya estado disponible para copiar las declaraciones a la letra, pero dado el perfil de los aludidos bien pudo haber sido de ese modo, la frase le queda como anillo al dedo a los gemebundos de turno, es perfectamente aplicable a los llorones de siempre, que no hacen más que quejarse, cuando otros, más maltratados incluso, se paran y luchan frente a las dificultades, trabajando y empeñando sus mejores esfuerzos logran surgir, con resolución y fe en sí mismos, aun no estando en un  lecho de rosas.

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