En paralelo a los espectaculares avances de la medicina, con el apoyo de la tecnología, está el igualmente espectacular alza de los costos, se corre el serio peligro de tener una medicina apta para los más favorecidos de la fortuna, que pueden prolongar considerablemente sus expectativas de vida en condiciones razonablemente óptimas y otra, para aquellos que tienen que arreglárselas con lo que se pueda lograr, sin demasiadas garantías de llegar a tiempo.
Alternativamente, hay, a título de consuelo, expertos que pueden ser de ayuda, aunque con credibilidad considerablemente disminuida, basada, sobre todo, en sustanciales porciones de irrestricta confianza; los sanadores han estado con nosotros desde el principio los tiempos.
A estas personas, se les atribuye el don de la curación y basados en saberes ancestrales, ofrecen resultados donde comúnmente la ciencia no llega. Utilizando una gran variedad de métodos, como las oraciones, la cera bendita, la imposición de manos, las hierbas medicinales y hasta libros sagrados afirman curar casi todo. Suelen aliviar enfermedades y otros tipos de males como quemaduras, heridas, insolaciones y hasta mal de ojo.
A veces, hay algo en sus ofertas que se prestan para escepticismo; “diagnóstico con el nombre de la persona, limpiezas energéticas y espirituales de vivienda o negocio, eliminación de energías negativas: envidias, magias, amarres”, como ofrece una sanadora de conocido prestigio. Del mismo modo, su instrumental; péndulo terapéutico cabalístico, masaje curativo, fitoterapia china de alta gama, esencias egipcias, radiónica y radiestesia.
Hay, sin embargo un lugar para la fe, algunos se mejoran, otros no, resultados que vistos así, son parecidos a las formas convencionales de curar.
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