Opinión

De comienzos

Por: Diario Concepción 25 de Julio 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, Magíster en Filosofía Moral

Que placer el de comenzar. Todo inicio es concebido como una oportunidad que se abre ante la incertidumbre, por la esperanza. Es el encanto de lo nuevo, de lo que hay que explorar, del punto cero. Puede que la desilusión se produzca con posterioridad, ya que la continuación puede devenir en rutina y frustración. Lo que fue alegría deviene en pesadilla. La fuerza del comienzo pierde toda su magia.

Según Rüdiger Safranski: “la historia dura mientras la soporta la fuerza del principio y, en consecuencia, el final del comienzo será el principio del final”. Puede ser una afirmación radical y en realidad maduramos los alcances de nuestras expectativas y nos asentamos, admitiendo límites de lo posible.

Aunque esto podría ser tenido como conformismo, y el esfuerzo debemos concentrarlo en no perder el fuego y la pasión del comienzo, ante la posibilidad de una transformación que nos haga deshacernos del lastre pasado, lo que nos tiene enredado en los prejuicios y en lo que se dice son los límites de lo que se puede o no hacer. Por eso los comienzos son tan seductores: son sueños, los nuestros, los que nos hacen liberarnos de los linderos impuestos, ser soberanos de nosotros mismos y tener un pasado, pero que no sea opresivo.

Es decir, no ser dominados por él, por no comprenderlo ni solucionarlo, por no querer enfrentarlo. Hay que romper con la repetición y partir de nuevo. Abrirse y reconocer que todo se puede hacer. El que empieza con algo nuevo, está llamado a la acción, tiene iniciativa y va contra lo que se obstina en quedarse anquilosado como lo único verdadero.

Según el mismo Safranski: “Si nos hemos abierto paso hacia ese comienzo, cada acción tiende un nuevo hilo en el tejido interminable del mundo, con consecuencias igualmente imprevisibles, pero con un comienzo claro”. Este obrar nos impulsa hacia el futuro a partir del pasado que deja de ser un peso y pasa a ser experiencia. Nos despertamos y el tiempo deja de ser una prisión y pasa a ser nuestro.

Para Hannah Arendt: “el prodigio consiste en que nacen seres humanos, y con ellos se produce el nuevo comienzo, que ellos pueden realizar actuando gracias a su haber nacido”. De este modo, comenzando cada uno, dejamos de ser como el otro y aspiramos a ser nosotros mismos, dejamos de ser “nadie” para ser un “Yo”, ya que descubrimos que hemos estado perdidos en el mundo, distraídos en lo cotidiano, en la falta de autenticidad, que cubre el vacío de la negación del comienzo. Empezar es dejar de mirar al suelo y fijarnos en el objetivo, dar un paso al frente y salirse de la línea sin miedo.

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