La recuperación de los jarrones rotos

28 de Marzo 2018 | Publicado por: Procopio

Para gran parte del mundo occidental, un jarrón roto no tiene remedio, es un candidato seguro a la basura, aunque algunos, por la carga afectiva del objeto, lo mantengan por allí en algún lugar discreto, hasta que llega el minuto fatal de darlo por perdido, como las amistades traicionadas, otro jarrón roto, con similar destino. Muy en sintonía con nuestra actual cultura de lo desechable, en la cual todo objeto tiene una vida útil limitada y si se echa a perder, se bota, en vista de que encontrar repuestos o alguien que lo componga, es un auténtico milagro.

Pasa algo parecido con las personas, las amistades son muchas veces utilitarias y de corta duración, no son amistades en realidad, tienen más características de contactos, cultivables solo si sirven. Por otra parte, estamos tan ocupados en nuestros propios proyectos de vida, que dejamos poco espacio para los demás, menos para andar arreglando platos rotos.

En cuanto a los objetos -puede que para las personas no sea igual-, los japoneses tienen una milenaria opción; reparar las fracturas del jarrón u objetos de parecida naturaleza, utilizando barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro, plata o platino. Arreglar lo que se ha roto, con un metal precioso, que le otorga un valor mayor al que tenía originalmente la pieza. Este arte se llama Kintsugi, que traducido significa algo así como “reparación con oro”. La filosofía que conlleva este arte es que lo que tal vez nos parezca destruido o sin ningún valor, puede transformarse en algo aún más hermoso y de mayor valor.

A lo mejor se puede hacer lo mismo con nuestras propias roturas, ayudarlas a cicatrizar de modo tal que quedemos mejor que antes, parece bueno intentarlo porque de las roturas nadie se libra.

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