Opinión

Tocando fondo para creer que otro fútbol es posible

Por: Paulo Inostroza 26 de Marzo 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Cuando tienes la casa, quieres un auto, cuando ya tienes el auto quieres renovarlo y después quieres otro, igual que el vecino. Eso hasta que pierdes la pega, quedas cesante durante varios meses, vendes todo y te das cuenta que con la casa y los que están adentro basta. Que todo lo demás es lujo. Lo mismo pasa en el fútbol, donde Navalinos, morados y vialinos lo perdieron todo solo para entender qué es lo que realmente vale. Para diferenciar la necesidad del lujo.

Mi viejo es del Naval, de toda la vida. ¿Y sabes con qué es feliz? Simplemente, con ir a la cancha. Le da igual si su equipo nunca sale campeón o si el fin de semana pierde tres a cero. Claro, grita, se desahoga y alega como cualquiera, pero en la micro de vuelta siempre me dice: “el partido malo, pero pucha que lo pasamos bien”. Porque allá está su gente, sus amigos, su pasión y porque tiene más de 70 y lo más entretenido que hará el fin de semana es ir a El Morro. Allá se encuentra con otros diez viejos, que con el tiempo son nueve, ocho y ahora quedan como tres. Hoy el ancla no juega y mi viejo ya no ve a los suyos, a su otra familia. Hoy quisiera perder todos los fines de semana, pero volver a estar ahí.

Con el Vial pasó algo parecido. Cayendo y cayendo de categoría hasta entrar en ese hoyo del no estar. Y ahí recién te preguntas: ¿para qué quiero a mi equipo? ¿Para ganarles a todos o para tenerlo porque me hace sentir vivo? En qué momento, el fútbol se transformó en una obsesión por ganar y generar lucas. En qué momento, la vida se transformó en eso.

Hace poco leí un libro sobre la historia del St Pauli, de Alemania. Es un club de fútbol donde la gente es lo más importante. Sus socios, sus vecinos y las personas, en general. Tiene una ideología antifascista y promueve la inclusión de género y razas. No acepta ningún tipo de discriminación. Además, tiene una raíz punkie que lo hace muy atractivo y por eso cuenta simpatizantes en todo el mundo. Esas “peñas”, incluso, les mandan dinero. Y con toda esa plata podrían perfectamente comprar dos o tres cracks y pelear la Bundesliga, pero no lo hacen. Prefieren gastar en la comunidad, aportar en organizaciones sociales. Su gente dice “si gastáramos en estrellas, pelearíamos arriba y seríamos un club más. Nuestra ideología es lo que nos hace distintos a todos”.

Y eso sentí con las 10 mil personas que aplaudieron al “Conce” en su Noche Lila. Que no les importó perder 2-0 y que celebran como un campeonato jugar en la quinta división. A ellos solo les importa que su equipo esté. Porque ya vendrá el auto y, si no, no importa porque está la casa y toda la familia adentro. Todo lo demás es lujo.

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