Que nadie crea que fue un Domingo cualquiera
19 de Febrero 2018 | Publicado por: Paulo Inostroza
Esa semana yo estaba de vacaciones. Sin internet, como deben ser las vacaciones. Al volver, prendo el celular y la metralleta de mensajes cae sin parar. Algunas estupideces y otros más importantes. También amigos debatiendo por el “Chino” Ríos. Sí, que bueno es desconectarse de tanta cosa que no aporta. Brevemente, uno que dice “murió Domingo Pillado”. Al día siguiente, un par de detalles más. Cuando llegué ya estaban en el funeral, así que no pude ir y me siento un poco culpable. Había que estar, mucho antes.
Busco en Google y aparecieron breves en varios medios. Muchos medios, pero siempre breves. Pillado vivía medio encerrado en su casa en el último tiempo. Había perdido lentamente la memoria y, en esos casos, es peligroso dejar a una persona mayor con la puerta abierta. Se te olvida hasta cómo volver a tu casa de siempre. Así de cruel es el Alzheimer.
Muchos años atrás -al menos seis- quise hablar con él y nadie tenía su número, sólo un esbozo de donde vivía, antes de llegar a Las Canchas. Los vecinos sí sabían perfectamente quién era. Como no, si se trataba del orgullo del barrio, el ex jugador de Naval que defendió a Chile en los Juegos Olímpicos. Llegué a su casa y le grité desde fuera de la reja, varias veces. Miró por la cortina, se puso incómodo y me tiró el perro encima, su fiel compañero. Ese que escucha y no pregunta.
Insistí 20 minutos hasta que me dejó entrar, sólo porque le conté que mi papá también jugó en Naval. Le hablé del Torneo Regional, le dije que no iba a tomar fotos. Fue amable, me tomé un café mientras hablamos. Le pregunté muchísimas cosas y me respondió siempre las mismas tres. Era lo único que recordaba de Helsinki. Seguramente, al año siguiente eran apenas dos y así la cuenta hasta llegar a cero. Quise hacerle justicia y lo tiramos a página completa. Una gloria olvidada. Un grande que merecía otro aplauso, un simple gracias. Le dije “un gusto, tío. Cuando vuelva le traigo un quequito y hablamos”.
No volví. Probablemente, su perro murió antes que él o acaba de quedar solo. Fue poca gente al funeral, lo recordaron apenas en un breve. El 2016 escribí un libro y ahí hay un cuento que se llama “Estoy seguro de que fue así”. Es un homenaje a mi padre, que quise hacérselo en vida porque es mi gloria, mi leyenda. Pero también era para Pillado y nació de esa conversación. Porque vi a mi padre en 15 años más, como Pillado y tantos otros, sin recordar los títulos que ganó y sin que nadie tampoco lo recuerde. Y me pareció tan injusto. Porque así somos con los viejos. Crueles e injustos. Por eso no volví a su casa ni hubo queque. Por eso aún me siento tan culpable. Por eso, demasiado tarde, sólo quería decirle perdón y gracias. De parte de todos.